viernes, 16 de octubre de 2015

1086 (V 16/10/15) Muguruza

   Y rematando el tema del finde en Madrid, glosemos la hazaña de Garbiñe Muguruza.
   Cuando en la Ilíada se relata la muerte sacrificial de Polixena, hija de Príamo, rey de Troya, para acompañar al cadáver de su amante Aquiles, el narrador se limita a decir que al morir “no perdió la compostura”. Algo así como que, al caer, lo hizo de tal suerte que sus ropas no dejaron ver el color de sus prendas interiores. Pues algo así diría yo de la tenista hispano-venezolana, que no pude dejar de sorprenderme y admirar su gesto sereno que era el mismo antes de sacudir con furia un raquetazo como cuando acababa de pegarlo. Incluso en el único número que montó rompiendo la raqueta a golpetazos contra el suelo, lo que inevitablemente calificaríamos como un gesto histérico en cualquier otro jugador, lo hizo sin perturbarse ni perder la mirada serena en su rostro de ninfa sin maquillaje. Y su andar… ¿habéis visto el donaire con el que se mueve, sin precipitarse ni apresurarse, como sólo puede hacerlo una reina de la pista? Incluso cuando tiene que forzar el gesto de todo su cuerpo para alcanzar una bola difícil, la cámara lenta nos enseñaría que más que una contorsionista lo que vemos es puro ballet.

Larga vida profesional a Muguruza. Y yo que la vea.

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