Se trata de la crisis de las naciones-estado.
Porque al Estado-nación le llegan dadas por todos lados:
- por arriba, con las
supra-nacionalidades. A las que tenemos que aportar recursos financieros que, aunque luego los recuperemos por vía
redistributiva, por el camino se van quedando a trozos para cubrir los gastos
de los organismos centrales supra-nacionales;
-por abajo, con las regiones-estado. Sean CC.AA., como
en España, o landers como en
Alemania, con recursos financieros que
no se saben si van o vienen, de las regiones al Estado central o de éste a las
regiones, y a veces de ida y vuelta;
- desde su interior, por los gobiernos-locales. Que
cada día demandan mayor participación en el reparto de los recursos financieros, del pastel del presupuesto nacional, por
aquello de que nadie mejor que ellos conocen las verdaderas necesidades de los
administrados;
- por las nubes, con las tele-comunicaciones de las redes y
la globalización. Que nos sume en la duda de quién manda, si los gobiernos
elegidos o las entidades financieras
enmascaradas de monjas de la caridad:;
- por las fronteras, con la caída de los muros ante
la enriquecedora invasión de inmigrantes (los mejores, normalmente, los más
valientes), cuya mezcla racial y bendita exogamia sirve de motor al desarrollo
económico y al cultural. Sus remesas de fondos en divisas a sus familiares se
convierten en recursos financieros
para sus países de origen.
Como habéis podido ver los problemas de la
vieja Europa son problemas culturales, morales, patrióticos, identitarios..., y si
me apuráis, hasta poéticos y románticos.
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