De Javier Marías es el siguiente texto de fecha 14/9/14: "¿Completos bobos?"
La
recuperación económica, no digamos la plena recuperación, llena la boca del
presidente del gobierno. La operación empezó ya con brío antes de agosto, y prepárense para lo
que ha de venir, es interesante: el Gobierno de Rajoy intentando convencer a la
población de que las cosas son exactamente lo contrario de lo que ésta vive,
percibe y padece a diario. Si el Gobierno lo consigue, habrá que aceptar que la
realidad ya no cuenta y que somos peleles idiotizados, incapaces de pensar ni
ver por nosotros mismos, meros rehenes de la propaganda institucional (y de los
medios de comunicación afines, o más bien serviles, o temerosos en algunos
casos); que las palabras falsas poseen más fuerza que las evidencias y que nos
hemos convertido en seres domesticados y en completos bobos. Todo puede ser.
Algunos
recordarán cómo, en la última época de Zapatero, el PP deseaba con fervor que
la economía y el país fueran mal y hacía todo lo posible para que así
sucediera. No tenía que esforzarse mucho (el país y su economía iban fatal),
pero aun así puso todo el ahínco imaginable en que marcharan aún peor, para así
ganar las elecciones de 2011 como las ganó, por mayoría arrasadora. Ahora,
cuando faltan pocos meses para las municipales y autonómicas, y catorce para
las generales del 2015, le toca afirmar que España está en plena recuperación
(!), que es casi la nueva Alemania, e incluso que es “la tierra de las
oportunidades” (!), mientras no cesa el éxodo de jóvenes titulados, y no tan
jóvenes, hacia otros países porque aquí sólo les espera la cola del paro o un
trabajo precario o una explotación descarada por parte de los empresarios, con
las manos libres gracias a la reforma laboral de Báñez y Rajoy. El Gobierno
recurre a datos vacuos y manipulados. Los desahucios están disminuyendo, dice,
pero calla que eso es lo natural, por la sencilla razón de que ha habido ya
tantos durante sus tres años de gobernación que, lógicamente, apenas queda ya
gente por desahuciar. Es como si se asegura que un país en guerra está
finalmente pacificado cuando uno de los dos bandos ha sido exterminado: ya no
hay nadie vivo beligerante. Otro tanto ocurre con las cifras del paro. El
Gobierno presume de que el número de desempleados “ya” no aumenta e incluso ha
descendido un poco en primavera y verano, cuando mucha gente es breve y
parcialmente contratada en los sectores de hostelería y turismo. Lo que calla
es que los parados computables son menos porque: a) muchos han abandonado la
búsqueda de trabajo, han desistido tras años de frustración; b) otros muchos han
ido cumpliendo una edad en la que ya es seguro que nadie los contratará jamás;
c) centenares de millares han emigrado al extranjero y por tanto ya no llaman a
la puerta del INEM ni de nada español; d) no pocos parados de larga duración
han muerto (bastantes suicidados), por lo que, obviamente, tampoco cuentan; e)
otra gran porción de la población ha optado por las chapuzas en negro, ha
convertido en su modus vivendi la actividad clandestina o sumergida, y
por tanto no tiene el menor interés en figurar en ningún sitio oficial; f)
cerca de un millón de inmigrantes de los años noventa y dos mil han regresado a
sus lugares de origen o se han dispersado por Europa, también han dejado de
contar. Si el Gobierno va eliminando a gente desesperada, a la larga, por
fuerza, le queda menos gente desesperada. Lo increíblemente cínico es exhibir
esto como un triunfo y decir que es producto de las sabias medidas dictadas por
Rosell y los suyos y ejecutadas obedientemente por Báñez y Rajoy.
Cuando la
recuperación llegue de verdad –si es que llega–, habrá que mirar las bajas, aunque casi nadie lo hará: una o dos generaciones
echadas a perder, a las que sus años más productivos se les habrán escapado; un
montón de jóvenes cualificados que no aportarán nada al país que los formó,
sino al Reino Unido, Francia, Alemania, Suiza u Holanda; millares de pequeñas y
medianas empresas que habrán echado el cierre por falta de créditos bancarios y
por el empobrecimiento general de su clientela; incontables científicos,
investigadores, arquitectos, artistas, que habrán debido suspender sus tareas y
actividades: España será de nuevo un desierto intelectual, artístico y
científico, como durante el franquismo. Pero lo mejor es esto: Rajoy y Montoro
(que ahora anuncian ridículas “bajadas” de impuestos tras haberlos subido a lo
bestia, y que –no lo duden– los volverán a subir en cuanto hayan pasado las
elecciones, si las ganan) reconocen que esa “recuperación plena” aún no la
notan las familias, esto es, las personas. ¿Y quién se supone que la ha de
notar si no son las personas, los ciudadanos? España consiste sólo en eso, en
sus ciudadanos, como cualquier otro lugar. Ningún país es un ente abstracto, o
lo es tan sólo para los grandes financieros y los bancos. Nosotros, las
personas de aquí, hemos perdido 12.000 millones de euros con el rescate público
de un solo banco, Catalunya Banc. Esa monstruosidad de dinero equivale
a lo que Rajoy ha recortado en sanidad y educación, dos esferas que el Gobierno
habrá dejado devastadas cuando llegue la “recuperación”. Con este panorama, que
durará largo tiempo si no siempre, ¿cómo puede nadie atreverse a pronunciar esa
palabra, y añadirle el adjetivo “plena”? Pues ahí la tienen, llenando la boca
del Presidente y sus acólitos, y más que se la llenará de aquí al 2015. Ya lo
he dicho: si acaban convenciendo a alguien, será que nos hemos convertido en
completos e irremediables bobos.
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