Nos han venido
imponiendo como dogmas las mentiras más absurdas que cabe imaginar.
- Los empresarios
invertirán más cuanto mayores sean sus beneficios y con ello se conseguirá el
crecimiento económico y el aumento del empleo. Será discutible a nivel teórico,
pero hoy sabemos ya con toda evidencia que los beneficios de los empresarios
sólo sirven para engordar los patrimonios de sus propietarios.

- Las ayudas y
subsidios a los más necesitados inducen a la vagancia y a vivir de la sopa boba sin esforzarse en trabajar ni
buscar trabajo. Es un estereotipo de los clásicos para apaciguar la mala
conciencia que ocasiona ver pobres en la calle, porque resulta molesto de
cojones. “Si son pobres es por su culpa, porque no quieren trabajar”, hale, y
ya podemos dormir todos tranquilos. Pero ahora sabemos que el gran mordisco al
pastel de los subsidios se lo llevan las empresas y fundaciones de los
magnates. (A no ser que incluyan en los subsidios las inversiones del Estado en sanidad, I+D y educación).
- La desigualdad
económica y social es un concepto inventado por los marxistas (marxistas. Marxistas
y marxistas, que eso es lo que son) para expoliar a los ricos de lo que les ha
costado ganar con tanto esfuerzo. La cerril y mala conciencia que subyace en
este otro estereotipo queda patente cuando niegan que haya clases sociales (ni
media, ni pobre, ni nada) porque vivimos en una sociedad sin clases (sic), o cuando no les quedan más
argumentos que la descalificación de los contrarios. Es el caso de Keynes a quien
negaban autoridad en sus doctrinas porque, al ser maricón, no tenía ningún interés
en la progenie que nunca iba a tener. O el de Thomas Piketty cuyo libro El Capital en el Siglo XXI ha puesto
histéricos a los republicanos en USA que buscan hasta debajo de las piedras
mentes brillantes neoliberales ultraconservadores que puedan contrarrestar sus
argumentos sobre la realidad y los perjuicios de la desigualdad económico y
social. O, más cercano a nosotros, el tertuliano lamioso director del diario La Razón, Francisco Marhuenda (que dice
ser abogado, practica el deísmo y dice reiteradamente cónyugue por cónyuge), quien cada vez que no encuentra argumentos en
los diálogos (casi siempre) descalifica a sus oponentes llamándoles comunistas
como si fuera un insulto.

- La privatización de los servicios públicos (desde los transportes hasta las comunicaciones,
pasando por la sanidad, la educación, los servicios asistenciales, y hasta el
agua o la seguridad de la ciudadanía, y todo lo que se nos ponga por delante)
redundará en eficacia, sobriedad, rapidez, calidad de los servicios y ahorro
del derroche de los fondos públicos. Pero la práctica y la experiencia reciente
nos ha demostrado que la realidad ES JUSTAMENTE TODO LO CONTRARIO.
- Las grandes
fortunas se amasan con sacrificios, esfuerzo y dedicación. Cuando lo cierto es
que la inmensa mayoría de la riqueza no es fruto del trabajo sino de las
herencias.
- Etc., etc., etc…
Seguid añadiendo vosotros.
Y pensar que en
estas falacias se ha sustentado la ideología, la mala praxis de la gestión
gubernamental, el expolio del patrimonio público y la explotación de los más
necesitados!
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