sábado, 19 de octubre de 2013

839 (S 19/10/13) Obras son amores, y no lamentaciones…

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Obras son amores, y no lamentaciones…
… incluyendo las del papa Francisco con motivo de los más de 300 muertos en Lampedusa, si se quedan en eso, en puras quejas y lamentaciones, sin hacer nada al respecto. Es de estas quejas que se queja Millás, quien lanza-llamas desde su pluma:

A OTRA COSA MARIPOSA por Juan José Millás  (11/10/13)


La lástima, reconvertida en trámite burocrático, nos evita el papeleo, los timbres, las pólizas y el enfrentamiento con la verdad. Usted vaya a ese rincón y dese siete golpes en el pecho. Usted derrame cuatro lágrimas y usted laméntese de la hipocresía de que se conceda la nacionalidad a los cadáveres y se persiga a los supervivientes. Usted, Millás, describa todo este lío con cierto desgarro sintáctico. Señale la contradicción de que nos duelan los muertos cuando las leyes prohíben auxiliar a los náufragos. No olvide añadir que en su propio país está prohibido proporcionar cobijo a un simpapeles. Describa los Centros de Internamiento de Extranjeros, eso siempre funciona. No se corte en decir que sí, que, en efecto, son cárceles para personas que no han cometido delito alguno. Cargue ahí las tintas. Construimos cárceles para inocentes, manicomios para cuerdos, raquetas para mancos (si le apetece, haga una pirueta y hable de los aeropuertos sin aviones; si no, cambie de párrafo).
Personas como usted, Millás, colaboran a resolver el papeleo de la lástima a los contribuyentes poco experimentados. Nos recuerdan a esos pasajeros amables que, en el avión, ayudan al vecino de asiento a rellenar el formulario de aduanas. No se corte. Si le apetece decir que lo de Lampedusa ha sido un crimen a gran escala cometido por quienes levantaron la mano en el Congreso (o en los congresos), dígalo con todas las letras. Esto nos ayuda mucho, pues añade a la gestión de la lástima ese punto de indignación moral sin consecuencias que tanto bienestar produce en el votante. Y no se olvide de lanzar un puyazo al Frontex, el organismo europeo encargado de gestionar las fronteras exteriores de los países de la UE. Le agradecerán mucho la mención, nadie los conoce. Cierre de este modo el artículo, factúrelo, y a otra cosa, mariposa.

El mono aprieta,    Juan José Millás (18/10/13)
Rajoy miente, Montoro miente, Guindos miente, Sáenz de Santamaría miente, Cospedal miente, Carlos Floriano miente, Ruiz-Gallardón miente, Ana Mato miente, José Ignacio Wert miente, Fátima Báñez miente… La relación del PP con la mentira es la del toxicómano con la droga. Vive para ella, alrededor de ella, solo piensa en la dosis próxima. Por eso los salarios no bajan, ni desfallece la igualdad de oportunidades, ni se recortan las pensiones, ni Bárcenas trabajó con nosotros, ni hay 7.000 mamografías en lista de espera, 7.000, ni existe el copago dentro o fuera de las instalaciones hospitalarias, ni se envía a los dependientes al moridero. Si fuera necesario asegurar que es de día cuando evidentemente es de noche, juraríamos ante la Biblia que hace un sol radiante. Todo depende de lo que apriete el mono y les podemos asegurar que el mono aprieta. Cuando Rajoy dice en Japón que Fukushima no supone riesgo radiactivo alguno mientras entre sus zapatos corre un líquido fosforescente, no es por capricho. Lleva, entre viajes y cambios horarios, más de 48 horas sin mentir. A ver qué drogadicto aguanta eso. Los ministros y los responsables del partido se pasan las mentiras unos a otros como el que pasa una papelina por debajo de la mesa. Pero guardan las más puras para sí. De ahí que muchas de estas mentiras estén adulteradas, cortadas y que suenen a chiste. Pero valen para salir del paso al modo en que un trago de colonia puede aplazar la ingesta de coñac o la colilla de la noche anterior ayuda a resistir hasta que abran los bares. Hay subsecretarios y directores generales que, al no tener la oportunidad de mentir ante las cámaras, lo que dobla la eficacia del estupefaciente, se retiran al cuarto de baño y se dicen las mentiras a sí mismos, frente al espejo, como el que desaparece un rato para meterse unas rayas.

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