La revolución femenina dentro de un marco
cultural religioso comienza por la expresión de su propio cuerpo. El desnudo es
un ataque frontal al tabú del sexo en el cual se encadena la libertad del
género. Así lo ha entendido, o lo ha intuido, la tunecina Amina Tayler, o así
lo hemos interpretado nosotros, cuando se asomó semidesnuda a las redes
exigiendo una nueva moral menos hipócrita, menos opresora y represora, más
igualitaria.
En marzo de 2013, fue la primera mujer tunecina que publicó
una fotografía suya desnuda de cintura para arriba en Facebook con la
frase en árabe: “Mi cuerpo es mío”. El imán Adel Almi emitió una fatua en la que pedía para ella una pena de cien
latigazos y morir lapidada. El 19 de mayo de 2013 pintó el muro de un
cementerio en Kairuán para protestar contra el congreso que estaba realizando
el partido salafista Ansar al Sharia. Fue arrestada después de introducir el
nombre de su movimiento en la pared y llevada a la cárcel Messadine en Susa.
Las redes piden, y permiten, un
lenguaje breve, universal como lo son la música las matemáticas o las imágenes. Las
primeras escrituras logo-gráficas, muy anteriores al alfabeto, utilizaban imágenes
como signos, y así lo siguen haciendo en China todavía. La imagen permitió
activar la escritura universal. Lo que le permite a Mariam Martínez Bascuñán,
profesora en la Universidad de Madrid, elucubrar sobre la “escritura
jeroglífica como una idea entendida a través de la metáfora de la visión”. Nada
de esto pensaría Amina cuando decidió cortar por lo sano y utilizar el
cuerpo-objeto de la mujer en los países machistas (todos, pero especialmente
los musulmanes) como un revulsivo en una imagen subversiva. Si el velo con el
que se tapa a la mujer delata una opresión de género, su desnudez reclamará su
liberación. La recuperación del propio cuerpo es algo por lo que la mujer tiene
que seguir luchando cada día, incluso en España donde se lo amenaza de nuevo
con una misógina regulación. Amina-Antígona proclama la prioridad de sus
derechos personales por encima de las leyes que los reprimen. De ahí que su
reacción individual tenga de inmediato una repercusión pública. Y no sólo en la
esfera pública sino en su propio colectivo, el femenino. Lo que hace que su
gesto sea más que una exigencia de liberación, reclamando la emancipación. Esa
es la llamada a una yihad en topless
que hace el movimiento Femen, feminista. Porque la democracia será con las
mujeres o no será democracia.
Bien por Amina. Y que su valentía no caiga en saco roto.
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