jueves, 20 de junio de 2013

720 (J 20/6/13) Putas, productoras y reproductoras

Putas, productoras y reproductoras
Así quiere a las mujeres esta sociedad misógina. Putas, porque es propio de su naturaleza: más putas que las gallinas. Productoras, porque salen menos costosas, acomodándose a los nuevos tiempos neoliberales de explotación sin límite del trabajador. Reproductoras, domestica(da)s, madres de “nuestros” hijos, y que no protesten que mira que les echamos encima a Gallardón y Varela.
        Prostíbulos, talleres sin luz y la cárcel de sus casas y cocinas, esas son sus prisiones adecuadas. Como siempre ha sido, carajo. Estos cabronazos no se han enterado de los tiempos en que vivimos. Y se han empeñado en devolvernos a las cavernas cuando sólo sobrevivían los más “fuertes”.
Las relaciones sexuales promiscuas de nuestros ancestros nos permitía, como a los bonobos, utilizar el sexo como medio de placer, apaciguador de conflictos interpersonales e instrumento de cohesión del colectivo, además de como reproductor, asegurando la paz entre los varones del grupo que actuaban como protectores de los más jóvenes al no poder identificar (ni se lo planteaban) cuáles podrían ser los suyos propios. El cuidado del orden y la coordinación del colectivo bonobo está a cargo de una madre, y no de ningún varón. En los grupos poliándricos humanos todos los varones del grupo tenían el mismo nombre, el del hermano de la madre.
      Freud explicaba el pánico a la mujer por su superioridad orgiástica. Y veía a la Medusa griega con serpientes por cabellos como la representación de la primera visión del adolescente del pubis de la hembra. El paso de las comunidades maternales al patriarcado, no antes del año 5000 adne, permitió al varón un ajuste de cuentas y un aprisionamiento de la mujer del que todavía no ha terminado de salir. La mujer se convirtió en el origen de todos los males, llamárasele Eva o Pandora. Una buena ilustración del terror masculino ante la hembra, debido a que ésta lo supera con creces en su capacidad de amor y de placer, puede verse en la tragedia Las Bacantes de Eurípides, cuya lectura os aconsejo desde aquí.
        Ninguna rebelión, ni social ni mental ni cultural, será viable, si no se apoya en una revolución sexual previa que libere por fin a la mujer. Lo cual no tiene nada que ver con la prostitución, sino con la dignidad, que es todo lo contrario.











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