Putas, productoras y reproductoras
Así quiere a las mujeres
esta sociedad misógina. Putas, porque es propio de su naturaleza: más putas que
las gallinas. Productoras, porque salen menos costosas, acomodándose a los
nuevos tiempos neoliberales de explotación sin límite del trabajador.
Reproductoras, domestica(da)s, madres de “nuestros” hijos, y que no protesten
que mira que les echamos encima a Gallardón y Varela.
Prostíbulos, talleres sin luz y la
cárcel de sus casas y cocinas, esas son sus prisiones adecuadas. Como siempre
ha sido, carajo. Estos cabronazos no se han enterado de los tiempos en que
vivimos. Y se han empeñado en devolvernos a las cavernas cuando sólo
sobrevivían los más “fuertes”.
Las relaciones sexuales promiscuas de
nuestros ancestros nos permitía, como a los bonobos, utilizar el sexo como medio
de placer, apaciguador de conflictos interpersonales e instrumento de cohesión del
colectivo, además de como reproductor, asegurando la paz entre los varones del
grupo que actuaban como protectores de los más jóvenes al no poder identificar
(ni se lo planteaban) cuáles podrían ser los suyos propios. El cuidado del
orden y la coordinación del colectivo bonobo está a cargo de una madre, y no de
ningún varón. En los grupos poliándricos humanos todos los varones del grupo
tenían el mismo nombre, el del hermano de la madre.
Freud
explicaba el pánico a la mujer por su superioridad orgiástica. Y veía a la
Medusa griega con serpientes por cabellos como la representación de la primera
visión del adolescente del pubis de la hembra. El paso de las comunidades
maternales al patriarcado, no antes del año 5000 adne, permitió al varón un
ajuste de cuentas y un aprisionamiento de la mujer del que todavía no ha
terminado de salir. La mujer se convirtió en el origen de todos los males,
llamárasele Eva o Pandora. Una buena ilustración del terror masculino ante la
hembra, debido a que ésta lo supera con creces en su capacidad de amor y de
placer, puede verse en la tragedia Las Bacantes de Eurípides, cuya lectura
os aconsejo desde aquí.
Ninguna rebelión, ni social ni mental
ni cultural, será viable, si no se apoya en una revolución sexual previa que
libere por fin a la mujer. Lo cual no tiene nada que ver con la prostitución, sino con la dignidad, que es todo lo contrario.
No puede estar mejor dicho.
ResponderEliminarCoño... que explicación... Buena esta!
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