domingo, 19 de febrero de 2012

219. reflexiones y otros disparates del día (19/2/12)

1. El miedo como instrumento del poder
No es la primera vez en este blog que tocamos este motivo recurrente para intentar explicar nuestra realidad social. (“ese miedo, que contagia, nos lo inoculamos nosotros mismos”, comentaba este tema MJ en este blog, añadiendo que la frase “por mal que lo pases, no te quejes, por lo menos tienes trabajo” indica cómo el miedo nos puede hundir en el sometimiento y en la postración, vide infra * comentario textual). Al Poder le sirve que tengamos miedos porque nos hace más serviles y resignados con nuestra suerte. Miedo a perder el puesto de trabajo. Miedo a que los políticos se muestren incapaces de superar el paro. Miedo a que, escudándose en la crisis, nuestros gobernantes nos expolien la sanidad y la educación públicas. Y la píldora postcoital, y el derecho a nuestro cuerpo, y la educación en ciudadanía, y la dependencia de ancianos… y a que cambien sin aviso el  programa a 60.000 opositores, y a que absuelvan a los “amiguitos” de los jerifaltes de la trama Gürtel mientras condenan al juez que los investigaba, y a que nos sometan a reformas laborales “tremendamente agresivas”, y a que las indemnizaciones por despidos bajen de 63.000  € a menos de 8.000, y a que encima nos digan que “con esta reforma laboral no pierde nadie” (la ministra), que “no implica recortes salariales” (Arenas) o que “no se abarata el despido sino que se moderniza” (Montoro), miedo a ese cinismo. Miedo a que el Estado del Miedo suplante al Estado del Bienestar, como lo están haciendo ya. 
(*) Comentario de MJ: "El miedo como arma" diría yo, y no es por corregirte, lo han usado siempre contra el trabajador, ciudadano, negro, indio, pueblo... Pero yo diría más: ese miedo que contagia nosotros mismos nos lo inoculamos con el eco de nuestro propio miedo. Ayer mismo en una conversación de café, después de 8-9 horas de trabajo en un Hiper,  cuando una trabajadora comentaba lo cansada que estaba y que no podía más, una compañera le decía la típica frase que ya huele: "y tú no te quejes que por lo menos nosotras tenemos trabajo..." No hay más que hablar. Eso trae a colación que no pidamos más, que no protestemos por perder nuestros derechos acumulados, que callemos.
2. El mundo etéreo de la finanza virtual
El nuevo capitalismo ha desviado el dinero de la economía real. Como su verdadero fin no es la producción de bienes y servicios sino el puro y duro beneficio, éste se obtiene más rápido y fácil comprando y vendiendo el dinero como si fuera una mercancía. Y así es como el dinero, y el mundo financiero en general, ha devenido en etéreo, virtual, sin otra conexión con la economía real más que para adquirir y acumular productos que ya no están interesados en fabricar. Cuando todavía proclaman que con las nuevas medidas, las que sean, van a conseguir crecimiento económico y, con él, mayor empleo, mienten como  bellacos. El empleo es un costo que tendrán que soportar para obtener beneficios, pero nada más. Incluso si empleando menos ganaran más, no lo duden que no emplearían ni a uno más. Una mayor producción puede conseguirse con avances tecnológicos que permitan reducir el número de puestos de trabajo. Es mentira, pues, que busquen crecimiento, ni siquiera saben cómo lo conseguirán, y más aún que pretendan crear puestos de trabajo sino tan sólo aumentar sus beneficios. La economía real debería por tanto aceptar la realidad y olvidarse del capital como instrumento financiero. Nuevas salidas serían el trabajo autónomo o la cooperativa pura y dura, algo habrá que pensar, pero el dinero, que nunca ha sido de fiar, ya ni siquiera está.
3. Bus stop
El conductor del autobús le tranquilizó al informarle de que su parada no tenía pérdida, que era la última, la 17, entre 40 y 45 minutos de viaje. Seis o siete paradas habían pasado ya cuando subió una mujer embarazada. Cortés, le cedió su asiento lo cual ella rechazó.
       -No, no se preocupe, gracias, voy bien así de pie.
       -Me preocupo, siéntese usted por favor.
       -Que no! coño! no le he dicho que no!?
      -Que se siente! coño! bromeó, fallando en el intento de salir airoso con evidente tono de broma.
        -Que no me da la gana! joé!
       El grito fue tal que, asustado y simulando haber llegado a su parada, se bajó en la primera, rojo de vergüenza, mientras la otra seguía barbotando imprope­rios: "qué se habrá creído? pues no! que tendré que sentarme ahora porque a él le dé la gana!". Pero él ya no la oía, había salido escapando y no paró de correr hasta que perdió de vista el autobús. (Hay quien dice que le vio llegar corriendo al final del recorrido)

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