1. Pina Bausch
La tienen en cartelera, la película de su nombre, del director alemán Win Wenders, en cuyo rodaje falleció la bailarina a quien dedica el film. Dos horas en que retendrán el aliento sin preguntarse cómo es posible disfrutar tanto con esta historia que aparentemente no tiene argumento. Yo creía, no sé por qué, que el origen de la danza era erótico, la seducción en la pareja, y aquí Wenders y Tina Bausch me han enseñado que no, que la danza debe ser antes que nada la expresión, pura expresión, con el cuerpo y sin límite. Da igual el decorado o el vestuario, debajo de una escalera o en un muelle, en pantalones o en camisón, lo que tiene que transmitir la persona que baila son sus sensaciones de todo tipo, sin más instrumento que su cuerpo, sus manos, sus piernas, su mirada, sus pausas, sus silencios, su emoción. Y lo transmiten. Vaya que si lo transmiten. Vayan a verla y verán.
Hay manuales. Como si cada cuerpo no fuera distinto. Como si hubiera puntos erógenos, cuando en realidad todos son posibles y todos esperan ser descubiertos. Lo único que exigen es sinceridad, cariño, ternura, caricias, y ninguna prisa. Ni ansia por llegar a nada, que todo llegará. Lo que no quita que haya puntos especiales en el cuerpo que tienen la reacción garantizada. Así: el cuello, por delante y por detrás, atención especial al espacio debajo de la oreja, las orejas mismas que permiten el mordisco (insinuado), el hombro, éste desde atrás, desde abajo, o en horizontal, con atención especial al recorrido de la cintura al pezón, y no digamos el sobaco, o el recorrido desde la axila a la muñeca pasando por la parte delantera del codo (apenas rozando y muy lentamente), el beso en el pezón, amasando la tetas, sobrevolándolas de abajo arriba y viceversa, el beso en cualquier parte del cuerpo, ardiente en los pechos, divertido en el ombligo, caníbal en los glúteos, lujurioso en el pubis..., agarrar bien el culo, las nalgas, mientras se aprieta la rodilla contra el pubis metiendo una pierna entre las piernas, o el pellizco en el trasero, el recorrido desde las ingles a los tobillos pasando por las corvas, el pulgar u otro dedo succionado por la boca..., queda algo? porque si queda algo sin nombrar, inclúyanlo, inclúyanlo también. Lo ven? si es que es todo..., cómo se le pueden poner puertas al campo ni límites a una caricia tierna... o compulsiva!
3. Las grullas de Gallocanta
Llegan de los sembrados, desde un radio de unos 15 kms (lo digo porque no llegan a verse por Daroca), durante una hora, media hora antes de ponerse el sol y la media hora después, hasta que anochece. Y salen durante la media hora antes de salir el sol, o sea que en el amanecer se duplican las bandadas. Vienen de Escandinavia a descansar para luego seguir su vuelo a Africa, pero unas 20.000 prefieren ahorrarse esta segunda parte de su viaje y se quedan durante el invierno. El punto álgido lo marcó febrero del 2002 con unos efectivos de 114.000. Bien, sitúense en el mirador junto a la ermita enfrente del albergue Allucant, que ya son las 7:30 y el sol se pone a las 8. Verán qué pronto empiezan a llegar bandadas inmensas, con un griterío que se oyen en toda la laguna de un perímetro de 40 kms, una detrás de otra, y otra, y otra, y otra..., dibujando y deformando la V, contorneándose al contraluz de los cerros y las nubes que atraviesan en su alegre recorrido. A la mañana siguiente vuelvan al mismo lugar para verlas despegar hacia los sembrados de los alrededores y lo harán con el amanecer de fondo, como si la naturaleza imitara a Photoshop. Y ahora las bandadas de anoche multiplíquenlas por dos, porque serán las mismas pero en la mitad de tiempo, justo hasta que salga el sol, a partir del cual momento se cierra el telón. Sobrecogedor. A unos les parece un espectáculo bellísimo, a otros les deja boquiabiertos y no paran de filmar. Si tuviera que resumirlo en una sola palabra, yo diría lo que he dicho: sobrecogedor. Y si quieren comunicarse con la naturaleza, visiten a las grullas de Gallocanta y olvídense del yoga del fin de semana.
Llegan de los sembrados, desde un radio de unos 15 kms (lo digo porque no llegan a verse por Daroca), durante una hora, media hora antes de ponerse el sol y la media hora después, hasta que anochece. Y salen durante la media hora antes de salir el sol, o sea que en el amanecer se duplican las bandadas. Vienen de Escandinavia a descansar para luego seguir su vuelo a Africa, pero unas 20.000 prefieren ahorrarse esta segunda parte de su viaje y se quedan durante el invierno. El punto álgido lo marcó febrero del 2002 con unos efectivos de 114.000. Bien, sitúense en el mirador junto a la ermita enfrente del albergue Allucant, que ya son las 7:30 y el sol se pone a las 8. Verán qué pronto empiezan a llegar bandadas inmensas, con un griterío que se oyen en toda la laguna de un perímetro de 40 kms, una detrás de otra, y otra, y otra, y otra..., dibujando y deformando la V, contorneándose al contraluz de los cerros y las nubes que atraviesan en su alegre recorrido. A la mañana siguiente vuelvan al mismo lugar para verlas despegar hacia los sembrados de los alrededores y lo harán con el amanecer de fondo, como si la naturaleza imitara a Photoshop. Y ahora las bandadas de anoche multiplíquenlas por dos, porque serán las mismas pero en la mitad de tiempo, justo hasta que salga el sol, a partir del cual momento se cierra el telón. Sobrecogedor. A unos les parece un espectáculo bellísimo, a otros les deja boquiabiertos y no paran de filmar. Si tuviera que resumirlo en una sola palabra, yo diría lo que he dicho: sobrecogedor. Y si quieren comunicarse con la naturaleza, visiten a las grullas de Gallocanta y olvídense del yoga del fin de semana.
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