Maduro sabe que no ganó las elecciones. Todos sus aliados también saben que no ganó. Y los representantes del cuerpo diplomático, los corresponsales extranjeros, los invitados especiales, los generales y los ministros, los funcionarios, los guardaespaldas, los empleados de la limpieza, los televidentes de cualquier parte del mundo... no sólo saben que no ganó sino que saben además que perdió por paliza, que casi el 70% de los votantes quieren que se calle, que se vaya. Si las cuerdas vocales de Nicolás Maduro fueran independientes y tuvieran pudor, probablemente se suicidarían.
Y si, como dicen, las coacciones internacionales reducirán en un 70% la demanda del crudo venezolano, es previsible la caída (todavía más!) de los salarios y una inflación energúmena que acabará con los restos.
Hoy día suman 8 millones los venezolanos autoexiliados, por razones económicas o políticas, y en todo caso por seguridad. Los 50.000 refugiados en Chicago han sido dejados de la mano de Trump por elegir una ciudad que no votó al elegido, como está ocurriendo con el pavoroso incendio de California: por no haberle votado.


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