jueves, 25 de abril de 2024

2495 (J 25/4/2024) Tr33.Greta

 
(Sevilla es la ciudad de España preferida por estudiantes extranjeros, o al menos eso es lo que me dijeron, sean dentro del sistema Erasmus o por libre en el caso de los norteamericanos, para aprender nuestra lengua castellana)
         Para entender lo que sigue debo decir algo antes: soy gordo, con gafas, feo y calvo, y casi cincuentón. Encima, no me sé reír y sólo abro la boca para intentar decir algo importante, o sea gilipolleces. Total, un muermo, ¿está claro? Bueno, pues vale. Nunca he conseguido un solo ligue, pero recuerdo que una vez en el metro de Madrid una muchacha de buen ver me miró con insistencia, tanto que a la salida del vagón repasé toda mi ropa para encontrar alguna mancha la cual, modestia aparte, no existía. De esto hace menos de veinticinco años. Ahora empiezo.
         Estaba yo esa noche…, vaya, bien. De esos días que no sabes por qué, pero estás bien. Charlaría con quien fuera, con la estanquera del kiosco de la Primera del Puente o con cualquier borracho que encontrara en el muro de la vera del río. Tropecé con un muchacho, alto y rubio él, sin duda norteamericano, en la puerta de la Tertulia Torera, que estaba más o menos como yo, contento, lo que me hizo reír, sin venir a cuento. Se volvió:
               -Felís?
               Asentí.
          -Sí, mucho. Todo el mundo estar contento, y le palmeé en el hombro.
          -Tó er mundo, je! tá güeno, tó er mundo...
              Y marchó riendo con ganas, no sé de qué. Le había hecho gracia lo que dije o, quizás, era la primera frase en castellano castizo que había oído en su vida y se la estaba grabando con cincel.
       Una cara preciosa, redonda, de torta, para comérsela, rubia, con labios ventosas, seguro que trianera por los cuatro costados, se percató de todo y sonreía con aprobación cuando la miré. Estaba sola. Me acerqué alentado por el éxito y ¡oh milagro! ¡lo que siempre había soñado pero nunca había ocurrido! arrastró el trasero para acercarse a mí sin que ninguno de los dos dijera nada, cruzó la pierna izquierda sobre la otra, luego la mano izquierda sobre el muslo y la rodilla izquierda, después apoyó el codo derecho sobre la mano y la rodilla izquierda, y por fin, la barbilla sobre la palma de la mano derecha, todo sin prisa, parsimoniosamente, como había que hacerlo, qué prisa teníamos?
            Lo que teníamos era toda la noche por delante y ya estaba todo hablado antes de que nos hubiéramos dirigido la palabra. De pronto agitó su corta melena, quedando su cara frente a la mía y sus ojos clavados en los míos. Me entró un tembleque… que la hizo reír a carcajadas mientras me palmeaba la pierna derecha.
             (Ya sé, ya sé, que es la píldora, la píldora y el acceso de la mujer al mercado de trabajo, con la consiguiente independencia económica, la que ha hecho posible esta sincera espontaneidad, esta aventura inocente abocada a conocer de inmediato la ciencia del bien y del mal…, pero es que Triana es la leche. Vas por la calle Betis y una titi como un tren va y te sonríe, y ya está. Como debe ser. Pero que no es. Y acaba de ocurrirme a mí!)
             Las mujeres que me aprecian, mi madre y unas amigas suyas que me conocen desde pequeño, reconocen que soy feo pero me aseguran que soy atractivo. Eso sí, después de conocerme, lo que puede costar años, y de escucharme. Lo cual me parece una mentira piadosa, pues a mí sólo me escuchan las que me aprecian. Y además aquí no había mediado palabra alguna. ¿Quién dijo que yo no ligaba? Hasta yo ligo. En Triana, eso sí.
                -A estas horas refresca. -La sonrisa esta vez dio la vuelta a sus orejas hasta la nuca-. Yo vivo en Triana, y tú?. -Y ahora reía con ganas, sin poder controlarse…, porque me veía temblando como un flan?…, y es que a mí las mujeres me dejan cataléptico…, cuando me interesan,, claro; las que no, no…
                De pronto se puso seria. Y me miró tan fijamente que comprendí que su inteligencia competía con su sensibilidad en una dialéctica en la que yo estaba saliendo bien parado. Tanto que me animé a sincerarme mientras cogía su mano: -Yo no creo en la dicotomía de los sexos sino en su conjunción monogámica en el tiempo y polimórfica en su evolución.
             Eran las diez menos algo. Lo sé porque aún sonaban las trompetas y tambores allá abajo, junto al río, de alguna cofradía ensayando para la Semana Santa. Tuve que dejar de mirarla para librarme de su encanto, y después de carraspear, abrí la boca para decir… No hubo tiempo. Llegó de pronto un espécimen rubio, alto, tarzánico-vikingo, de cuyo cuello se colgó amorosamente mi amada compañera, y efímera, por cierto, morreándose los dos fieramente con beso de película. Una joven morena, que le acompañaba, no dejaba de mirarme, hasta que los tres, él en medio sujetando a cada una por los hombros, se fueron tan tranquilos dejándome tirado como una balleta, una colilla, sin dar explicaciones. De pronto el macho alfa volvió la cabeza para mirarme y los tres rieron con ganas, hasta que la morena se acercó hasta mí para decirme:
            -Dice Greta que la perdones, sorry, no poder entenderte porque ella no hablarrr una palabra de castellana, acaba de llegar de Ojaio, yu nou? ah! y que eres muy, muy simpá-tiko, y que disfrutes de usted mismo esta fin de semana. Babai.
                 Los cinco litros de sangre que con Greta se me habían agolpado en el cuello y la cabeza, poniéndome más rojo que un tomate, ahora los tenía en los pies, al borde de la lipotimia. Tengo algo que sugerir al concejal de seguridad vial del Ayuntamiento: colocar una valla, barrera o barandilla, a lo largo del muro paralelo al río. Lo digo porque a los niños yo los he visto subirse y pasear por encima con peligro de despeñarse diez metros río abajo, donde sus cuerpos fríos y empapados podrían ser pasto de las ratas.



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