sábado, 13 de abril de 2024

2490 (S 13/4/2024) Historia de Nosequién

 

A ese joven -marroquí? rumano? afgano?- en todo caso de piel morena, malencarado, con los párpados hinchados y sin lavarse que encontraba en todas partes, Juan Carlos decidió llamarle Noséqué para no preguntarle por su nombre. De ese modo evitaba que el otro le hiciera preguntas personales. Porque le estaba ya hartando oírle siempre lo mismo: “Hola, chico, estás bien?” para iniciar una conversación que nunca habría pasado de esas cinco palabras, y aun esas cinco, ininteligibles: “ho chec ests ben?”. En todo caso parecía inofensivo, pobre hombre, incluso podría decirse que “buena gente”. Y además solitario, nunca le vio en cuadrilla.
           Los primeros signos de paranoia le sobrevinieron cuando después de cruzarse con él en los alrededores de su casa, volvió a verle paseando al otro lado del río, y otro día en el asiento del bar que había justo detrás del que él ocupaba para tomar el café de las 7 de la mañana. Y así llevaba ya más de dos meses, cruzándose con él hasta dos o tres veces por semana. Y eso no podía ser casual. Parecía estarle esperando allí sentado, en la sucia escalerilla del callejón del Muladar.
        Como no podía ser de otra manera llegó el momento de la petición de una moneda de 10 cm, nueva frase que probablemente acababa de aprender y estaría practicando para ampliar su vocabulario. La negativa de Juan Carlos fue afable pero rotunda, para evitar que, si accediera a dárselo, al día siguiente repitiera la misma petición, pero con mayor exigencia, hasta que un día le amenazara con algo si no se la daba. ¿Cómo podría explicarle que aceptaba y aplaudía su decisión de ser libre, sin jefe ni horario, aunque ello implicara dormir en invierno a la intemperie, pero que este beneficio tenía un coste, el de trabajar por cuenta ajena para pagarte un techo y un lecho, y que no era justo que este coste fuera a cargo de los demás? Si quieres ser libre, como lo has decidido, vale, pero no mendigues que te alimenten los demás que tú desprecias. Aparte de que hay comedores municipales donde bla bla bla, bla bla bla.
             Y así adoptaron la costumbre de uno pedir y el otro rechazar, pero negándose sin decirlo expresamente, sólo agachando Juan Carlos la cabeza, encogiéndose de hombros, medio sonriendo, y con la mano extendida en son de paz y como pidiendo disculpas, sin más.
        Para demostrarle que no le importaba ayudarle, pero solo puntualmente, y espontáneamente, nunca si se lo pedía, y en casos realmente necesarios, un día que llovía y le vio sentado en la escalerilla de su casa, Juan Carlos le dijo que esperara y volvió para ir a buscar un paraguas que le regaló. Al día siguiente se lo había pulido, para desayunarse esta vez con vino en lugar de la cerveza de las 7.
          -Ha subido de ranking. Ha pasado de la cerveza al vino. Y además me lo pide en copa. Dentro de poco me pedirá carajillo…, o whisky.
           Por fin Noséquién se atrevió a pedirle de nuevo los 10 cm pero ya sin remilgos, con determinación. Con la misma determinación con que Juan Carlos se expresó cuando le gritó: No!!! Y sin más, se dio media vuelta y lo dejó.
       Hacía tiempo que no sabíamos nada de Juan Carlos. Hasta que apareció su cadáver, sin documentación, en el río, recostado en un recodo, donde llevaba ya tres días, según el médico forense. Ni la policía ni nadie sabe explicarse todavía por quién ni por qué fue.

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