Qué difícil fue para la mujer durante mucho tiempo darse a
conocer como escritora, esa noble tarea para la que no podían estar preparadas
y que, además, podía ensombrecer el estatus social de sus esposos. Se daba por
supuesto que pertenecían a una casta inferior por lo que sus obras tuvieron que
ser publicadas bajo pseudónimo (masculino) o directamente firmadas por sus
maridos.
Todavía a finales del siglo XVIII y principios del XIX, la
escritura, y especialmente la escritura de ficción por dinero, se consideraba
una actividad muy poco femenina. La idea de
que las mujeres escribieran novelas y las vendieran a cualquiera que estuviera
dispuesto a pagarlas se asemejaba indecorosamente a la prostitución.
¿Querréis creer que el libreto de El Amor Brujo
de Falla lo escribió una mujer, María Lejárraga? Igual
que los de Turina.
La Dama y el vagabundo de Disney es un plagio de Merlín y Viviana o la gata egoísta y el perro atontado de Lejárraga. Y encima con pseudónimo
masculino: Gregorio Martínez Sierra, que era el nombre de su marido, por
cierto, qué casualidad. (Se adjunta su ilustración, junto con la de Rosalía
de Castro.)
Rosalía de Castro llegó a denunciar
que la escritora que quisiera darse a conocer tendría que hacerlo bajo la firma
de su marido.
Y así tuvieron que evitar mostrarse como
autoras:
George Eliot que era realmente Mary Ann Evans.
George Sand que era realmente Amandine-Aurore
Lucile Dupin de Dudevant. Que por cierto, además de fumadora, fue pareja sentimental
de Prosper Merimée, Jules Sandeau, Alfred de Musset, Felicien Mallefille, Alexander
Manceau, Victor Borie, Frederin Chopin…, y en su círculo de amigos se
encontraban el compositor Franz Liszt, el pintor Eugène Delacroix, el escritor Heinrich Heine, así como los escritores Victor Hugo, Honoré de Balzac, Gustave Flaubert, Julio Verne...
Jane Austen nunca vio su nombre en la portada de uno de sus
libros. Sentido y sensibilidad era “de una dama”, Orgullo y
prejuicio era “de la autora de Sentido y Sensibilidad”… Sus casi contemporáneas María Edgeworth,
Ann Radcliffe, Frances Burney, Mary Shelley… también publicaron sus
primeras novelas de forma anónima.
En 1846 Emily, Anne y Charlotte Brontë
(Cumbres borrascosas…), publicaron una colección de su poesía
bajo los seudónimos de Currer, Ellis y Acton Bell.
Violet Paget se escondió bajo el nombre masculino de Vernon Lee.
Katharine Bradley y su sobrina
y compañera Edith Copoper publicaron sus poemas bajo el nombre de Michel
Field.
María de la O Lejárraga, novelista
y dramaturga cuyas obras (casi todas, hasta la muerte de
su esposo) fueron firmadas por él, Gregorio Martínez Sierra. Cuando en 1947 fallece
su marido (del que estaba separada por adulterio), ella empezó a firmar como
María Martínez Sierra. Tras la muerte de Gregorio, María recibía el 50% que le
correspondía de derechos de autor como viuda, no como autora. Estando exiliada, por republicana, no logró el
reconocimiento de su autoría por parte de la Sociedad General de Autores.
Vladimir Nabokov sometía sus escritos a las correcciones y redacción
definitiva hecha por su esposa Vera Nabokov.
Scott Fitzgerald, autor de El
Gran Gatsby, celoso, prohibió a su mujer Zelda Fitzgerald publicar
su diario y censuraba los capítulos de sus obras que consideraba ofensivos para
él.
Howard Lovecraft dio su nombre a obras de su
esposa Sonia Greene, tales como The horror at Martin’s beach, o
Something
about cats and other pieces…
Virginia
Wolf (“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir
ficción”) denunciaba que la mayoría de las obras firmadas por “Anónimo” tenían
como autoras a mujeres.
Bajo el pseudónimo de Fernán Caballero se escondía Cecilia Böhl de Faber.
Luciano de San Saor era reamente Lucía Sánchez Saornil,
Gracián Quijano era Francisca Sáenz de Tejada.
Colette (Claudine…) sólo se autoidentificó después de haberse divorciado.
Incluso J.K.Rowling
(Harry Potter) escondió su nombre femenino, Joanne Rowling, para evitar
el posible rechazo de lectores masculinos. Sus novelas policiacas van firmadas
por un tal Robert Galbraith.
Ya lo dijo Safo (Grecia, 650-580 a. C.), la
primera poetisa occidental conocida: "Alguien se acordará de nosotras en
el futuro".
No hay comentarios:
Publicar un comentario