La
dimisión del primer ministro de Irlanda del Norte facilita la esperanza y el
camino de un distanciamiento de Londres a quienes militan en pro de la
reunificación de la isla. Dos problemas: uno, el gobierno de Londres y el otro
la inquina de los protestantes del DUP (partido unionista democrático, en la
parte norte, que gobierna actualmente pero teme perder la mayoría) contra los
católicos del sur (con el Sinn Fin que era el brazo político del IRA,
partidario de la reunificación).
El arreglo de mantener a Irlanda del
Norte en el mercado único europeo a cambio de establecer controles aduaneros
entre este territorio británico y Gran Bretaña sigue acarreando problemas.
El DUP quiere desmantelar los controles
aduaneros entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte acordados en el Brexit con la
UE, lo que irrita a Bruselas.
La eliminación unilateral de los
controles aduaneros entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte obligaría a crear
una frontera aduanera entre las dos Irlandas (la del sur, Dublín, forma parte
de la UE), lo cual todos rechazan y temen por los conflictos del pasado que
podrían resurgir.
El descontento con el Brexit puede
animar a los irlandeses a separarse de Gran Bretaña y reunificar esta parte
norte de la isla con la del sur (Eire), sobre todo si también Escocia optara
por su autonomía.
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