Si
Afrodita se reencarnó con la píldora anticonceptiva que la liberó sexualmente,
Dionisos ha reaparecido con el caos y los excesos que se iniciaron en el siglo
XX y amenazan con remachar el XXI. El fenómeno de los payasos histéricos como Trump, Boris
Johnson o Josemari Ánsar, amenaza con reiniciar la guerra fría pero esta vez no
sólo con la Rusia de Putin, melancólica de los antiguos territorios de la URSS,
sino también con la China de Xi Jinping, que ya muerde la frontera de Hongkong
y la costa de Taiwan. Un coro de fondo, la ultraderecha europea, alza su Vox
estentórea y los catalanes, que se apuntan al griterío, exigen su secesión para
no quedarse atrás, también con gritos viscerales, cantos y banderas, que dan
mucho color. Pura exaltación de mentiras y exabruptos, pero está visto que es
esa emoción desbordada la que moviliza las masas y los votos. Es la hora de los extremismos, pero esta vez con descaro.
A la secularización de una sociedad cada vez menos religiosa, a falta de razonamientos científicos proliferan las sectas de todo tipo, el esoterismo, el tarot o los horóscopos, la conjunción de los astros, mantras y energías por descifrar, como una nueva religión, sin el caché de las monoteístas con siglos de experiencia lavando los cerebros del personal.
El enemigo es el otro, dijo Sartre, a lo que le respondo: el otro del otro soy yo.
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