A fuer de ser
frívolo, y seguro que lo soy, voy a expresarme sobre el tema del Covid como sigue:
En estos tiempos de pandemia galopante, histérica y absorbente, sufrimos un virus peor que el Covid-19: la paranoia. A la que se añade un síndrome: el de Estocolmo. Y con juego de demonios: el del diablo, el de la falsa alternativa entre la inmovilidad carcelaria total o la amenaza de una mortal hambruna por la paralización de la actividad económica. Lo peor es el guión.
Y ante el comentario "si el guión es malo peor será
la película que vendrá después", yo digo que la película que
venga después, la que sea será. Que se ocupen de eso los profesionales de la
política que nos gobiernan, que para eso les pagamos. Ya nos ocuparemos nosotros
de ella cuando llegue su momento. Lo que nos pre-ocupa ahora, lo que nos agobia
siempre, es pre-ocuparnos ahora de lo que tenga que venir después.
Me
llega un manifiesto contra el confinamiento que yo no firmaría a pesar de estar
de acuerdo con muchos de sus argumentos:
La
paralización económica actual es un coma inducido en pro de la sanidad pública.
No conviene confundirlo con la inevitable recesión económica que llegará
después y cuyo alcance sólo lo conoceremos cuando llegue. Un ejemplo: Los
estímulos monetarios que se inyecten ahora no afrontan tanto la previsible
posterior recesión económica como servir de paliativo a los efectos inmediatos
derivados de la paralización económica por las medidas aplicadas con motivo de
la actual situación sanitaria.
Sigo: no
voy a discutir con los expertos que han aconsejado imponer medidas tales como el
confinamiento casi total, una especie de cárcel sin el soporte legal de una
sentencia condenatoria. Pero me pregunto si el remedio podría sea peor
que la enfermedad, al no dejarnos activar nuestras defensas. La esterilización
del medio puede hacernos vulnerables a otras patologías. La vida es una batalla
continua contra agentes patógenos, tanto biológicos como mentales, y con ellos
tenemos que convivir y sobrevivir. El aislamiento nos debilita. La
perversión del aislamiento forzado culmina con la muerte de ancianos en soledad.
Deberían
reconsiderar cierta flexibilización en nuestro enclaustramiento: paseos en
solitario o en pareja por los parques, niños acompañados, footing y otros ejercicios,
ancianos agonizantes en soledad…, aunque se limitaran espacios y tiempos. Al ministro de Justicia
se le escapó decir en tv que salir de casa sin mascarillas "contagia" a los demás,
queriendo decir, supongo, que “puede” contagiar, pero ese lapsus inconsciente
desvela el autoritarismo que es causa y efecto de estas medidas drásticas. Si se me permite la broma, pedir
a gritos por la distancia el pescado o lo que sea puede provocar salivazos más letales
que realizar el pedido como siempre, con naturalidad. Y no es que las medidas
sean perversas, no. Lo perverso es imponerlas por la fuerza (legal) en lugar de
recomendar su aplicación voluntaria que la mayoría aceptaría, o al menos eso
espero.
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