La escritura, como medio de
comunicación y más adelante instrumento para contar relatos, data desde los tiempos
de la pintura rupestre. Quiero decir que si un gráfico (escrito, o esculpido, o
pintado…) servía para comunicar algo que sus “lectores” podrían interpretar,
todos del mismo modo (más o menos), un bisonte en la pared, por ejemplo, cualquiera
que fuera su significado, ya era escritura (o al menos protoescritura), aunque
nosotros ahora no sepamos leerla.
Pero yo no quería remontarme a tanto.
Estaba más bien pensando en la iconografía de la escritura mediante imágenes, pictogramas,
ideogramas…, signos o elementos de
escritura que representan conceptos y no son descomponibles en sonidos. Aún
sigue vigente en China o Japón a pesar de que, al necesitar un signo distinto
cada concepto, el vocabulario escrito es demasiado extenso.
El Jeroglífico egipcio (escritura sagrada)
también se servía de imágenes como símbolos, 700 en el Alto Imperio, 6.000 en
tiempos greco-romanos, hasta que fue reemplazado por el griego antiguo, el demótico.
Jean-François Champollion en 1822
pudo descifrar el significado de los signos jeroglíficos mediante la piedra de Rosetta
cuya escritura del año 196 a.C. estaba grabada en los dos sistemas, el jeroglífico
y el demótico. Hacia el año 2700 a. C. los antiguos egipcios ya habían desarrollado un conjunto de 22 signos jeroglíficos para representar las consonantes, más un símbolo 23 para las vocales al comienzo o al final de una palabra.
La escritura progresó en un proceso
lento, siempre consonántico (arameo, cuneiforme, lineal A y B…) hasta que en la
fenicia Biblos, en el Líbano, allá por el año 1000 a.C. inventaron el alfabeto,
derivado del arameo, que algunos consideran uno de los hallazgos más relevantes
de la humanidad, aunque a mí me resulta difícil compararlo con la rueda o con
internet. Tres siglos más tarde los griegos le añadieron las vocales.
Lo sorprendente de este proceso es que
con las señales de tráfico hemos vuelto al pictograma, por la rapidez con que
puede leerse mientras conducimos un automóvil. El lenguaje visual pictogramático ha resultado
más eficaz que ningún otro, quizás por ser más intuitivo. Señales:
triángulos para las advertencias, círculos para las prohibiciones, rectángulos
para la información, nombres en letras blancas, amarillo para los números…
Ahora cuando veáis las
señales (están por todos los sitios), podréis recordar que así comenzaron a
escribir nuestros ancestros.
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