viernes, 24 de mayo de 2019

1824 (V 24/5/19) El “otro”

En la reciente inauguración del Congreso de los Diputados, el martes pasado, la nueva presidenta Meritxell Batet ha dicho “el otro” bastantes veces: Tenemos que aceptar el otro, el otro merece siempre nuestro respeto, nadie puede erigirse como representante del pueblo porque todos somos del pueblo pero ninguno somos el pueblo… Haciendo caso omiso de la protesta de Albert Rivera contra los quince diputados separatistas de ERC por el falso acatamiento de la Constitución que implicaba el hacerlo en nombre de (la decisión unilateral de independencia catalana del) Uno de Octubre, y apoyándose en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional al tiempo que actuaba como intérprete de la Ley, la nueva Presidenta dio curso fluido al procedimiento de acatamiento a la Constitución, considerándolo como un requisito protocolario que no afectaba al hecho principal de estar todos junticos, muy formales, como el acto requería, jurando o prometiendo ser buenos en el curso de la legislatura, que es de lo que se trataba. Porque en cuestiones de orden, es ella la que pone el orden y no parece que vaya a aceptar que nadie le ordene cómo tiene que ordenarse. Y en cuanto a los adornos retóricos que cada uno quiso añadir para significarse, pelillos a la mar, que ya el máximo Tribunal aconsejaba ser flexibles en este extremo, y en los que quedan por venir, que ya veremos. Aunque por si alguno tiene dudas al respecto, que sepan todos que esta Cámara, acorde con los tiempos, será sin duda alguna feminista y apoyará todos los movimientos feministas…, se ha enterado usted, sr. Abascal? sólo le faltó decir.

   





Lo del “otro” me sonó bastante bien. Tanto como que el Parlamento es el campo de batalla de las palabras que se suponen competirán en brillantez y respeto a los demás. Me sonó como un aviso a que los diputados dejaran de mirarse en el ombligo para poder enriquecerse con la mirada de los “otros”. Porque necesitamos de los otros para desarrollarnos como nosotros mismos. Sin los otros no podríamos crecer ni evolucionar. Ni siquiera aprenderíamos a hablar. Al ser nos-otros los espejos de los otros, los otros nos devuelven la imagen con que nosotros los miramos. En efecto, los de enfrente, los del espejo, nos sonríen cuando nosotros les sonreímos, y se irritan cuando nos enfadamos. Porque al fin y al cabo, mirándonos los unos a los otros, nos enriqueceremos todos. No comprendéis que el otro del otro no es (soy) sino yo?

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