El
desnudo es casto. Es el vestido el que excita nuestra concupiscencia. Y es por
eso que debe prohibirse el velo. Me permití esta broma como un tweet el pasado
viernes día 17. Pero yo lo escribí en serio (las dos primeras frases).
Sospecho
que Adán y Eva descubrieron su carne, y su apetito, tras morder la manzana.
Manzana que les permitiría distinguir el bien del mal. O sea que, antes de eso,
no se comerían una rosca. Ni siquiera se percataban de que estaban desnudos.
Así que hizo falta pecar para poder reproducirse. Quién lo iba a decir.
Recuerdo con ternura a una anciana, en
una playa nudista, con sus pechos arrugados y colgando, que jugaba con su nieto
a lanzarse una pelota con palas de madera. Mira que lo veo sano, el nudismo,
pero oye, hijo de mi cultura, y reprimidos como hemos estado a lo largo de toda
nuestra vida, vaya lo que me cuesta quitarme el calzón de baño para mostrarme
tal como dios me trajo al mundo.
Me gustaría escribir más sobre el tema.
Pero qué queréis que os diga, no se me viene nada. Ya lo haré cuando se me
ocurra algo. Un día de estos.
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