Son execrables las prácticas esotéricas (la
absurda pretensión de la influencia de los astros en nuestras vidas personales,
las cartas que predicen nuestro futuro en materia de amor o de trabajo, la
magia que nos permite seducir a la amada que nos rechaza, espacios con energía positiva o negativa…) por cuanto que su
base es puramente irracional, instrumento de ilusión para mentes incultas y/o
creyentes. Pero eso no quita para que en sus orígenes no sólo tuvieran sentido
sino que también nos ayudó en nuestro desarrollo cognitivo y en nuestra
evolución como especie (no es éste el momento de explicar cómo ni por qué): con ella
se trataba, y se consiguió, dominar a la Naturaleza, empezando por medirla,
para poder pronosticarla. O al menos nos sirvió para nuestra autoestima. Así que
no tenemos nada en contra de la recuperación de tradiciones que sirvieron a
nuestros ancestros siempre que vaya acompañada de un conocimiento del sentido
que tuvieron y que merecen como tales nuestro máximo respeto.
La Santa
Compaña gallega, que es el espíritu del muerto que hay que llevar hasta el
Finis-terrae para que, junto con la puesta del sol, pueda cumplir su destino y
descansar en paz, no es exclusiva de Galicia. (Para que los espíritus no os
puedan arrastrar al cementerio es necesario que se deje allí una piedra o
pedrusco en su memoria.) También se la puede encontrar en el resto de España,
concretamente en Aragón en la procesión de las almetas y totones en Piedratajada
(comarca de Cinco Villas, Alto Aragón), Radiquero, Somontano, Trasmoz, Lupiñén,
Ibdes, Pedrola, Biescas, Barbastro, y
hasta en Caspe y Teruel, pero en todos estos casos reducida a la fecha
de difuntos en noviembre, coincidiendo con el Halloween en las calabazas.
La primera vez que visité Tella (Sobrarbe)
experimenté que me encontraba en un lugar genuino, sin alardes, auténtica,
orgullosa de sí misma y de su historia, con sus chimeneas espantabruxas que
seguro que funcionaban como tales. (Porque en bruxas yo no creo pero haberlas, haylas.) Para confirmarlo pueden verse las tres
ermitas orientadas como deben hacerlo frente al sol, o la exposición sobre los
casos de quemas de brujas (doncellas que había que acusarlas de lo que fuera para
poder sacrificarlas como chivos expiatorios de culpas ajenas) que no tienen
nada que envidiar a las brujas de Salem a 35 kms de Boston, en USA.
José Miguel Navarro, etnógrafo, ha
publicado un Diccionario de signos, símbolos
y personajes míticos y legendarios que resume las tradiciones, los mitos y el
bestiario del Pirineo aragonés en Baldellou, Bolea, Caspe, Denuy, Fiscal,
Graus, Jaca, Loarre, Plan, Pirineos, Rasal, Siresa, Valdiello, Zaragoza…
En su diccionario Navarro estudia los
símbolos más frecuentes en Aragón, y los divide en telúricos o fecundantes,
situados especialmente en los Monegros; solares (y alude a Baldellou y Oliván, donce
abundan los crismones, símbolos tanto
del Sol como de Xto.); funerarios, donde son claves las cruces; cristianos y
populares, centrados en la conjura de los miedos.
En este mundo mágico hay de todo: los fabulosos dinteles, las ricas portadas y pórticos, los dragones, centauros y animales fabulosos inscritos en los capiteles de las columnas, amuletos, caballos, ninfas, unicornios, aquelarres, piedras sagradas, flores, pájaros, plantas y aves. Abundan los seres gigantescos y ‘omes grandizos’ (como Chuan Ralla o Silbán), los cíclopes, como el de Graus, o su pariente El Hombre Choto, ese pastor o joven rabadán que, un día, loco de amor, subió a lo alto de Pena Canziás y se arrojó al vacío, muriendo despeñado. «Junto con Silbán, Chuan Ralla, el Basajaraun o el Fotronero, encarnan las fuerzas primitivas y salvajes de la naturaleza, aunque por su morfología bien podría tratarse de una leyenda sobre un vástago del demonio». Llama la atención la figura del Basajaraun, el señor del bosque, el gigante benévolo, «protector de ovejas y pastores», que también puebla los libros de Dolores Redondo. Aquí también se le llama bonajarau o bosnerau, y «habita las selvas cercanas a Broto».
En este mundo mágico hay de todo: los fabulosos dinteles, las ricas portadas y pórticos, los dragones, centauros y animales fabulosos inscritos en los capiteles de las columnas, amuletos, caballos, ninfas, unicornios, aquelarres, piedras sagradas, flores, pájaros, plantas y aves. Abundan los seres gigantescos y ‘omes grandizos’ (como Chuan Ralla o Silbán), los cíclopes, como el de Graus, o su pariente El Hombre Choto, ese pastor o joven rabadán que, un día, loco de amor, subió a lo alto de Pena Canziás y se arrojó al vacío, muriendo despeñado. «Junto con Silbán, Chuan Ralla, el Basajaraun o el Fotronero, encarnan las fuerzas primitivas y salvajes de la naturaleza, aunque por su morfología bien podría tratarse de una leyenda sobre un vástago del demonio». Llama la atención la figura del Basajaraun, el señor del bosque, el gigante benévolo, «protector de ovejas y pastores», que también puebla los libros de Dolores Redondo. Aquí también se le llama bonajarau o bosnerau, y «habita las selvas cercanas a Broto».
Aragón es pródigo en duendes, esos
genios domésticos (trasgos o trasnos
en Galicia), atemporales e invisibles: el duende de Angüés, el de Jaca, el
organista, «que moraba en el convento de San Agustín», el de Torre Lucán o el Carapuchete, protagonista de dichos y
canciones infantiles en algunos pueblos de la Canal de Berdún», que quizá sea
un jorobado. En algunos lugares, a los duendes familiares se les llama menutos. También hay muchos fantasmas:
el del abad de Alquézar, el de una mujer llamada Águeda, el de Agüero,
vinculado a las apariciones espectrales de difuntos de la noche de Todos los
Santos, el de Bolea, el de Doña Violante, que moró en Caspe y en Loarre y que
se supone que reposa en el monasterio de Veruela.
El gran
personaje femenino es, sin duda, la mora. Estas criaturas oníricas que
remiten a otros tiempos residen en Molina de Aso, de Plan, de Echo, de Chaves y
Solencio, Siresa, Rasal, Santa Cruz de la Serós, Vadiello y Villanúa... Hay
arquetas, relicarios, religadas (esvásticas antiquísimas), pilas bautismales,
ermitas, campanas, todo un arsenal de piedras: agujereadas, sagradas,
fertilizantes...
En la iglesia de Fiscal hay una representación de los unicornios, y en Denuy y en Gavín se arrastran pintorescas serpientes. La del barranco de Denuy tenía larga caballera y un intenso fulgor en los ojos. De la de Gavín se sabía poco, pero la gente al pasar ante su guarida se protegía con un espejo, según contó Enrique Satué. Lo de la protección con un espejo evoca mitos griegos como los de Narciso y Medea (imágenes que matan si las miras de frente).
En la iglesia de Fiscal hay una representación de los unicornios, y en Denuy y en Gavín se arrastran pintorescas serpientes. La del barranco de Denuy tenía larga caballera y un intenso fulgor en los ojos. De la de Gavín se sabía poco, pero la gente al pasar ante su guarida se protegía con un espejo, según contó Enrique Satué. Lo de la protección con un espejo evoca mitos griegos como los de Narciso y Medea (imágenes que matan si las miras de frente).
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ElPaís 30/12/2018 |
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