domingo, 25 de noviembre de 2018

1646 (D 25/11/18) Somos líderes, hip, hip, hurra!

Orwell definió el nacionalismo como "el hábito de asumir que los seres humanos pueden clasificarse como insectos". Nos enfrentamos a una ola de nacionalismos, supremacistas y excluyentes, que es lo que los hace patológicos, catetos y perversos, de los que ya sufrimos nefastas experiencias con ETA y los nazis de Hitler. Los nuevos nacionalistas, como Bolsonaro, Trump, Puti, Erdogan, Orbán, Jinping, Bolsonaro, Maduro, Salvini… y, no hace falta irse tan lejos, aquí mismo tenemos a Quim Torra, Puigdemont y al mísmismo Casado con sus Vox, pueden aplicar las políticas económicas neoliberales.com de Friedman, tal como hicieron Reagan y Thatcher, y esa letal conjunción produce lo peor: las desigualdades económicas y sociales que pueden explotar si perduran en el tiempo.
     Pero volvamos a lo nuestro:

Los españoles somos líderes! yupiii! somos los mejores! No hay nada más digno en este mundo que ser español. Os imagináis a Manuel Vicent diciendo esto? Qué habría tomado antes de escribirlo? Un nuevo Manuel Vicent, rejuvenecido, nos sorprende con su entusiasmo: para poder ver el texto completo clic aquíPor organismos internacionales de toda solvencia España ha sido declarado el mejor país del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para viajar solos sin peligro por todo su territorio.” Y sigue.

Y en cuanto al tema catalán Javier Cercas nos dice lo que ya sabíamos, “algo que muchos saben pero nadie lo dice: que el proceso independentista habría sido imposible sin el concurso de las élites económicas catalanas.” (Clic aquí: "Lecciones no aprendidas...")
     No es que esta gente (las elites catalanas) se volvieran independentistas de un día para otro, allá en el verano del 2012. Lo que ocurrió fue que vieron en el independentismo una herramienta ideal para presionar al Gobierno de Madrid y sortear con comodidad la ola destructiva de la crisis económica, manteniendo a los suyos en el poder con el fin de que preservasen sus intereses. Así que apoyaron a Artur Mas, que era su hombre y, respaldados por los medios ingentes del Estado (la Generalitat es el Estado en Cataluña) y por los suyos propios, sacaron a la gente a la calle con la promesa mirífica de la independencia. El problema fue que la gente se creyó el embuste y que, presionado por los más creyentes (fanáticos), Mas tuvo que entregar el poder a Puigdemont, con lo que el artificio se les fue de las manos. Y en esas estamos, con las élites intentando a duras penas recuperar el control, tratando de surfear el maremoto que ellas mismas han creado.

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