También entre los nacionalistas españoles hay catetos
de la talla de los fanáticos independentistas. Ahí está sin ir más lejos la ex-ministra
de Zapatero, María Antonia Trujillo, profesora de derecho Constitucional! (pobres
alumnos!) reclamando el boicoteo de productos catalanes y pidiendo perdón por
haber bebido agua catalana de Font Vella, prometiendo no volver al restaurante
donde había cometido ese delito de alta traición y lesa majestad.
Estos y
otros exabruptos, de ambas partes, son fruto de lo que Molly Crockett calificó
de “indignación moral” tan eficaz para la cohesión del propio grupo. La
indignación moral se expresa mediante gritos, orales o escritos, puños en alto
o banderas ondeantes, siempre emocionantes, por lo que crean adicción. Lo cual
aprovechan los que los manipulan para alardear de ser ellos la inmensa mayoría ya
que pocos gritos se oyen más que muchos silencios.

La
indignación se expresa impunemente a través de las redes sociales gracias a la
cobertura del anonimato, abundando entre los indignados los canallas, los
psicópatas, los analfabetos, los tontos cultos, o los rencorosos y los locos. Se
hacen notar por sus gritos y groserías y porque los que no alardean de esa arrogancia
exhibicionista esconden su virtud en el silencio, que es la única forma de
practicarla. Porque, como digo yo, aunque no venga mucho a cuento, si hubiera un dios sólo se le podría
encontrar en el silencio.
Y a ver
si veo la viga en mi propio ojo y dejo de indignarme con los políticos como un
psicópata, un canalla, un analfabeto, un tonto culto, un rencoroso, o un loco…
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