Y ya que celebramos la accesibilidad
para los cubanos del blog de Yoani Sánchez, recojamos el texto (resumido) en que ella celebra la
apertura:
Goliat al
rescate de David
En uno de mis recuerdos infantiles más
antiguos estoy en el patio de la escuela alrededor de una hoguera. Los
chiquillos chillan y saltan cerca del fuego, mientras la maestra atiza las
llamas donde quemamos un ridículo muñeco del Tío Sam. Varias generaciones de
cubanos hemos crecido bajo el constante bombardeo de la propaganda oficial
contra Estados Unidos.
Quienes reciben
remesas o ayudas frecuentes de familiares en Estados Unidos muestran satisfacción
por el anuncio (de Barack Obama sobre el
restablecimiento de relaciones diplomáticas). Agobiados por las
precariedades materiales, desilusionados porque las llamadas reformas raulistas
no lograron aliviar los bolsillos ni los platos, los cubanos se aferran al
respiro material que puede llegar desde el otro lado del estrecho de la
Florida. Como si a la gastada metáfora de David y Goliat le hubieran agregado
una nueva escena, donde no hay honda ni sangre ni pelea, sino la sonrisa
agradecida de un hombre diminuto hacia el grandullón que acaba de abrirle la
bolsa de las monedas. El mito del enemigo ha terminado, empieza la difícil
realidad de la convivencia.
Pero la tensión entre
ambos Gobiernos duró tanto tiempo que ahora algunos no saben qué hacer con sus
consignas, su puño alzado contra el imperialismo y su enfermiza tendencia a
justificar todo, desde la sequía hasta la represión (echando de todo la culpa a los EE.UU.).
Los que peor
parados han quedado son los militantes más recalcitrantes del Partido
Comunista, esos que se morirían antes que masticar un chicle, tomarse una
Coca-Cola o poner un pie en Disney World. El secretario general de su
organización acaba de traicionarlos. Ha pactado con el adversario entre
bambalinas y durante 18 largos meses. Al no pronunciarse, Fidel Castro está
confirmando su muerte política, más simbólica que la muerte física. El jueves
el periódico (Gramma) se demoró en
llegar a los estanquillos. A veces se retrasa cuando Fidel Castro publica uno
de sus delirantes textos sobre la inmensidad de la galaxia o la memoria de Hugo
Chávez. En los largos minutos de espera, muchos especularon que el diario
Granma llegaría con alguna reflexión del comandante, pero nada. Ninguna
evidencia que permita saber si está de acuerdo o en contra del arriesgado paso
que acaba de dar su hermano. Muchos han leído este silencio como una señal de
su delicado estado de salud… pero lo cierto es que al no pronunciarse, está
confirmando su “muerte política” que es incluso más reveladora y simbólica que
la muerte física.
La
disidencia, por su parte, ha tenido muy diversas reacciones ante el nuevo
camino, en el que apenas se ha dado el primer paso. Figuras de la talla de José
Daniel Ferrer aseguraron que con la flexibilización asumida por Obama, el
régimen de La Habana “pierde la coartada” para la represión política y el
control económico sobre la sociedad.
El
secretismo se extiende sobre los compromisos asumidos a partir de ahora por la
Plaza de la Revolución. Como tantas otras veces, se le ha escamoteado a la
sociedad civil el conocimiento completo de la hoja de ruta que se ha escrito
por allá arriba.
Son
cuatro los puntos de consenso con los que debe iniciarse esta nueva etapa:
1. La liberación de los presos políticos y de conciencia que
queden tras las rejas después de la recién anunciada excarcelación es uno de
ellos. La cifra podría superar el centenar en estos momentos. 2. Otra de las
exigencias pasa por la ratificación de los Pactos de Derechos Humanos,
Sociales, Políticos, Culturales y Económicos y la posterior adecuación de la
legalidad cubana para que empiecen a regir en el interior del país. 3. El fin
de la represión, anunciado públicamente como un compromiso en el que se incluya
la terminación de los oprobiosos actos de repudio, los arrestos arbitrarios, la
satanización social del que piensa diferente y la vigilancia policial sobre los
activistas, como parte del desmantelamiento del aparato que penaliza la
discrepancia. Y por último, 4. el reconocimiento de la sociedad civil dentro y fuera
de la isla. El Gobierno cubano debe aceptar la existencia de estructuras
cívicas que tengan derecho a opinar, decidir, cuestionar y elegir.
(Pero ahora ya) ningún niño cubano tendrá
que gritar consignas alrededor de una hoguera, donde un muñeco esperpéntico se
quema y la maestra hunde —con saña— el sombrero de rayas rojas en las llamas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario