domingo, 28 de diciembre de 2014

998 (D 28/12/14) Yoani (II)

Y ya que celebramos la accesibilidad para los cubanos del blog de Yoani Sánchez, recojamos el texto (resumido) en que ella celebra la apertura:

Goliat al rescate de David

En uno de mis recuerdos infantiles más antiguos estoy en el patio de la escuela alrededor de una hoguera. Los chiquillos chillan y saltan cerca del fuego, mientras la maestra atiza las llamas donde quemamos un ridículo muñeco del Tío Sam. Varias generaciones de cubanos hemos crecido bajo el constante bombardeo de la propaganda oficial contra Estados Unidos.
Quienes reciben remesas o ayudas frecuentes de familiares en Estados Unidos muestran satisfacción por el anuncio (de Barack Obama sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas). Agobiados por las precariedades materiales, desilusionados porque las llamadas reformas raulistas no lograron aliviar los bolsillos ni los platos, los cubanos se aferran al respiro material que puede llegar desde el otro lado del estrecho de la Florida. Como si a la gastada metáfora de David y Goliat le hubieran agregado una nueva escena, donde no hay honda ni sangre ni pelea, sino la sonrisa agradecida de un hombre diminuto hacia el grandullón que acaba de abrirle la bolsa de las monedas. El mito del enemigo ha terminado, empieza la difícil realidad de la convivencia.
Pero la tensión entre ambos Gobiernos duró tanto tiempo que ahora algunos no saben qué hacer con sus consignas, su puño alzado contra el imperialismo y su enfermiza tendencia a justificar todo, desde la sequía hasta la represión (echando de todo la culpa a los EE.UU.).

Los que peor parados han quedado son los militantes más recalcitrantes del Partido Comunista, esos que se morirían antes que masticar un chicle, tomarse una Coca-Cola o poner un pie en Disney World. El secretario general de su organización acaba de traicionarlos. Ha pactado con el adversario entre bambalinas y durante 18 largos meses. Al no pronunciarse, Fidel Castro está confirmando su muerte política, más simbólica que la muerte física. El jueves el periódico (Gramma) se demoró en llegar a los estanquillos. A veces se retrasa cuando Fidel Castro publica uno de sus delirantes textos sobre la inmensidad de la galaxia o la memoria de Hugo Chávez. En los largos minutos de espera, muchos especularon que el diario Granma llegaría con alguna reflexión del comandante, pero nada. Ninguna evidencia que permita saber si está de acuerdo o en contra del arriesgado paso que acaba de dar su hermano. Muchos han leído este silencio como una señal de su delicado estado de salud… pero lo cierto es que al no pronunciarse, está confirmando su “muerte política” que es incluso más reveladora y simbólica que la muerte física.
La disidencia, por su parte, ha tenido muy diversas reacciones ante el nuevo camino, en el que apenas se ha dado el primer paso. Figuras de la talla de José Daniel Ferrer aseguraron que con la flexibilización asumida por Obama, el régimen de La Habana “pierde la coartada” para la represión política y el control económico sobre la sociedad.
El secretismo se extiende sobre los compromisos asumidos a partir de ahora por la Plaza de la Revolución. Como tantas otras veces, se le ha escamoteado a la sociedad civil el conocimiento completo de la hoja de ruta que se ha escrito por allá arriba.
Son cuatro los puntos de consenso con los que debe iniciarse esta nueva etapa:
1. La liberación de los presos políticos y de conciencia que queden tras las rejas después de la recién anunciada excarcelación es uno de ellos. La cifra podría superar el centenar en estos momentos. 2. Otra de las exigencias pasa por la ratificación de los Pactos de Derechos Humanos, Sociales, Políticos, Culturales y Económicos y la posterior adecuación de la legalidad cubana para que empiecen a regir en el interior del país. 3. El fin de la represión, anunciado públicamente como un compromiso en el que se incluya la terminación de los oprobiosos actos de repudio, los arrestos arbitrarios, la satanización social del que piensa diferente y la vigilancia policial sobre los activistas, como parte del desmantelamiento del aparato que penaliza la discrepancia. Y por último, 4. el reconocimiento de la sociedad civil dentro y fuera de la isla. El Gobierno cubano debe aceptar la existencia de estructuras cívicas que tengan derecho a opinar, decidir, cuestionar y elegir.

(Pero ahora ya) ningún niño cubano tendrá que gritar consignas alrededor de una hoguera, donde un muñeco esperpéntico se quema y la maestra hunde —con saña— el sombrero de rayas rojas en las llamas.

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