Tal día como hoy, 17 de diciembre, pero del año 390, el obispo San Ambrosio no dejó entrar en una iglesia de Milán al emperador Teodosio mientras no se arrepintiera de haber matado a 7.000 personas en Salónica. Algunos interpretan este hecho como el primer paso de una nueva civilización europea al oponer una fuerza moral a la fuerza bruta, un germen de una nueva cultura.
Iñigo Domínguez remata este comentario citando a san Agustín, discípulo de Ambrosio, con esta sentencia: "Si se elimina la justicia, los reinos no son más que grandes bandas de ladrones".
Aunque el 75% de la población española aprecia que nuestra democracia actual es mejor que la dictadura de Franco, algunos se atreven a afirmar que el franquismo “modernizó” España.
Marc Gil Garrusta y Anna Catharina Hofmann exponen las siguientes razones que intentan explicar la nostalgia de la dictadura.
O bien por agradecimiento al haber
obtenido, y seguir disfrutando, privilegios y posiciones de poder,
conservando buena parte de su influencia en los ámbitos político, económico y/o
social. Los pactos de la Transición consolidaron aquellas posiciones
sancionando la renuncia a la revisión del pasado en prácticamente todos los
casos.
O bien esa
opinión benevolente con la dictadura franquista es fruto de la ignorancia
sobre la naturaleza de aquel execrable régimen, sobre todo para aquellos que no
pudieron experimentarlo. Añádanse también otros factores de carácter educativo
y social, así como el hecho de que el principal partido de la derecha política ha
rechazado desde siempre una condena expresa sobre aquel régimen antidemocrático.
O bien se explica esa condescendencia por
identificar el franquismo con sus últimos 15 años del “desarrollismo” olvidando
sus inicios que fueron una de las etapas más sangrientas de la historia europea
contemporánea. La imagen de prosperidad se impuso en el relato familiar y
cotidiano: el primer coche, el ascensor social, la sensación se seguridad se
evocaron como signos de bienestar, desvinculados de la falta de derechos y
libertades. La propaganda franquista logró presentar la dictadura como
responsable de un desarrollo que, en realidad, se explica por la simple
integración de España en la dinámica expansiva europea de la posguerra. Cuando,
en realidad, jamás existió en la agenda del franquismo el más mínimo interés por
políticas de redistribución.
La verdad es que sólo con la democracia
nuestro país alcanzó niveles de bienestar comparables a los europeos: sanidad
pública universal, un sistema moderno de prestaciones por desempleo, protección
laboral y seguridad en el trabajo, educación obligatoria gratuita, pensiones
universales, políticas de igualdad social y de género, etc.
Entonces ¿por
qué esa añoranza de algunos de las nuevas generaciones por una dictadura que,
al ignorarla, aceptan que “todo tiempo pasado fue mejor”? Quizás sea por un
desasosiego ante un horizonte incierto percibido como amenazador. “La avería en
el contrato social y la promesa emancipadora, producida por las políticas
neoliberales de las últimas décadas, ha dejado al margen de los beneficios de
la globalización a amplios sectores sociales, haciéndolos permeables a proyectos
de pulsión autoritaria”.

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