La neurología es un ejemplo de unión entre lo espiritual y lo científico. La neuróloga Nazareth Castellanos
asegura que podemos esculpir el cerebro a través de la respiración. En la tarea de reconstruir la arquitectura neuronal está implicada la corteza cingulada anterior del cerebro, que es donde se ubica la frontera entre lo consciente y lo no consciente. Si observamos nuestra propia respiración, esa zona del cerebro registra una mayor actividad neuronal que si pensamos en cualquier otra cosa. Y esto ayuda a controlar la serenidad y el sufrimiento. Conviene, pues, respirar despacio, con más tiempo para exhalar que para inhalar. Es un buen instrumento para calmar la ansiedad. El primer consejo es meditar media hora cada día cinco días a la semana. En cuanto al lenguaje, el agotamiento
aumenta si lo verbalizas. El hecho de verbalizarlo pone en acción mecanismos
cerebrales que pueden llegar a ser tóxicos. Pero cuando respiras de forma
consciente, las zonas que rigen el lenguaje pierden recursos naturales. Cuando
el lenguaje interior es obsesivo, el estrés se dispara. Ayudará entonces repetir
una y otra vez alguna palabra neutra, como “vaso”, por ejemplo, para interrumpir
la conexión con la zona emocional, lo que reducirá la ansiedad. Ese es el efecto
que consiguen las oraciones religiosas de siempre: repitiendo una palabra una y
otra vez induces un ritmo respiratorio regular que modula la respiración.

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