
A
John Carlin el presidente Trump siempre le “ha parecido un monstruo. Algo malo
para la humanidad y para EE.UU., pero nunca llegó a imaginar este grado de
locura”. Y ahora esto, “la complicidad con Putin, el personaje más malévolo de
la Tierra”. “Trump es un niño mal criado que requiere una continua atención”, y
“está rompiendo el sistema de derecho de USA con su desdén hacia las leyes y
los jueces”. Mis amigos que siguen allí “están atónitos, desesperados,
sintiendo que ése ya no es su país. En cuanto al partido demócrata su desconcierto
es total”. “El gran tema es su rebeldía contra lo más elemental de cualquier
democracia, el sistema de justicia”.
Ha amenazado a los abogados que trabajen en casos contra la Casa Blanca
y a la Univers. de Columbia y de Harvard con recortarles sus fondos federales si permiten
críticas a Israel.
La propensión al descalabro de los poderosos se da por creerse
infalibles, por fallos estrepitosos, por desconexión con el mundo real o por
megalomanía. Todo apogeo lleva dentro de sí su decadencia. Hemos caído en una
desaforada apología del dinero. Y cuando el poder económico y el político se
funden –y se confunden-, intentan desembarazarse de todo control para que quedemos
a merced del tirano-saurio. A diferencia de otros tipos de deseos, la avaricia
no tiene descanso en la satisfacción momentánea. Nos sigue fascinando el poder
sin pudor.
El gobierno de Trump es una mafia: un
grupo de hombres sin escrúpulos que buscan su beneficio personal mientras
proclaman el honor, la familia y su Dios. Vidal-Folch se pregunta en nombre de qué, o de quién, parlotea este individuo
y Jordi Amat intenta explicarse todo este desatino por un desmedido “afán de
venganza”. Pero de quién? O de qué? Que venga Freud y lo vea.
¿Pero quién ha puesto a este loco en el poder? La cultura política del pueblo en EE.UU. (como la española) está bajo mínimos.
Imaginamos
a Trump en su niñez sobreprotegido o falto de cariño, un niño díscolo
requiriendo siempre la atención. Por ello, a un mundo que le ha costado muchos
años regular el comercio internacional de un modo estable, para beneficio de
todos, no es de recibo que en menos de tres meses y de una patada sin motivo lo desequilibre mediante aranceles intempestivos, ¿para ver qué pasa?.
Trump amenaza a Putin por
no cumplir un alto el fuego…, con qué?
Mira que te meto un arancel que te doblo. Ve unas playas en Gaza y le apetece
montar en ellas unos chiringuitos, y sobre los más de 50.000 cadáveres aún
calientes propone convertirlas en un resort… Pero qué hará con los dos millones
de gazatíes que habitan la franja? Pues se les echa, afuera, a donde sea…
Demencial. Yo quiero Groenlandia, mamá, yo quiero Groenlandia. Y como no se la
den amenaza… con aranceles? Al otro lado del planeta Putin intenta a cañonazos "Hacer-una-Rusia-Grande-de-Nuevo", anexionándose pedazos de territorio de Ukrania,
y Trump le mima como si fuera su gato doméstico… Todo al revés de como se
esperaba, “Mamá! mamá! mira como he puesto al planeta patas arriba…! Y yo
solito, eh? yo solito.”
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