La invasión
rusa de Ukrania y la israelí de Gaza y Cisjordania, amenazando con deportar de
su patria a los dos millones de gazatíes, muestran unas Naciones Unidas paralizadas,
incapaces de cumplir el papel que le asigna su Carta fundacional, “protectora
de la integridad territorial de los Estados y de la dignidad y el valor de la persona
humana en igualdad de derechos de hombres y mujeres y de naciones grandes y pequeñas”.
Cierto que el presidente Trump preferiría que despareciera, empeñado como está
en volver a un mundo de simple y feroz ejercicio de poder, con áreas de influencia
delimitadas por él mismo.
La
ONU es un foro que deberíamos defender con uñas y dientes aunque solo fuera porque
en él Estados Unidos, Rusia e Israel quedan en evidencia una y mil veces, escribe
Soledad Gallego Díaz. Trump puede abandonarla, pero allí seguiríamos estando
China y 191 países más. Cada vez que esos países votan y USA veta se demuestra
que la norma sigue ahí, que aunque Rusia, Israel y US la ignoren, sigue
existiendo esa Carta fundacional y que hay países importantes que quieren
seguir respaldándola.
A
Trump le sobran las instituciones (sobre todo las internacionales) que pudieran
condicionar sus caprichos, desde la UNESCO a la OMS, pasando por cualesquiera
otras que tengan que tomar decisiones teniendo en cuenta los votos de los
demás.
Para Zelenski traía una mesa de negociaciones, aunque en ella jugara un papel
subordinado, al tiempo que olvidaba a Bruselas. También mantendría el grifo de
la ayuda y asistencia militar, con la amenaza de cerrarlo si el ukraniano no se
portara comme il faut (cediéndole, por ejemplo, la explotación de sus minerales raros). Y de la entrada en la OTAN olvídate, que se va a
quedar sin fondos, algo que Trump reserva como regalo sorpresa a su nuevo amigo
y socio (Ras)putín. Aparte de que la OTAN ha entrado en una crisis existencial
que la inhabilita para apoyar a las fuerzas europeas en la vigilancia de un alto
el fuego. La reconstrucción de Ukrania la dejará en manos europeas, así como la
seguridad frente a Rusia. De la guerra sólo le interesa la imagen de
pacificador, aunque para ello tenga que ceder ante Rusia, en todo lo que haga falta.
A pesar de todo lo cual, los seis grandes países europeos (Alemania, España,
Francia, Italia, Polonia y Reino Unido, más Kaja Kallas, representante de la
política exterior de la UE) se muestran firmes en mantener congelados los fondos
rusos en Bancos europeos y aumentar las sanciones a Rusia cuando proceda. Estos
fondos alcanzan la suma de 210.000 millones € de los que no se puede disponer
para financiar la ayuda a Ukrania, ya que están congelados pero no incautados,
aunque sí se dispone de sus intereses (unos 3.000 millones). Zelenski recuerda
que no perdonará los crímenes rusos, y su consiguiente indemnización. Europa
avisa a USA que no habrá pacto de paz sin su presencia y la de Ukrania en la
mesa de las negociaciones.
A
Putin intenta encandilarlo con una vaga promesa de reconocimiento y normalización
internacional, así como una eventual condonación de la calificación de crímenes
de guerra y levantamiento de depósitos y valores embargados. Además de vía
libre para devorar todo el territorio ukraniano que le quepa en este festín. Y así es como el protector americano se ha convertido en un depredador.
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