martes, 21 de enero de 2025

2618 (M 21/1/2025) La nueva plutocracia

  
Plutocracia es el Gobierno del Dinero, el poder político que ejercen los ricos con sus fortunas sin disimulos.
     Caparrós nos informa que en 19654 el director de una compañía norteamericana ganaba, en promedio, 20 veces el salario medio que pagaba; ahora, 220 veces más. El 1% más rico de la población mundial tiene más que el 95% restante. Hay 26 personas que poseen tanto como las 4.000 millones que forman la mitad más pobre de la humanidad.
       Los ricos p'al podio, siempre lo quisieron, pero sin llegar a la figura del plutócrata: parecía que los más ricos querían ser más ricos por un interés casi deportivo, para ser el campeón, por no ser el segundo, cositas del orgullo.
       Hace unas décadas la ostentación de la riqueza parecía superada. Las fortunas se habían camuflado como corporativas, disimuladas, propiedad de empresas sin una cara con monóculo. Y su poder funcionaba a través de las dádivas de campaña pero era oculto. Les daba vergüenzita. Y ponerles un rostro parecía de mal gusto en un mundo que, a regañadientes, se revolvía contra la desigualdad, hasta que llegó el contraataque: en los ochenta dos cabecillas sajones le dieron la vuelta a la historia. Mrs. Thatcher y Mr. Reagan sentaron las bases para que los ricos pudieran pagar menos impuestos y acumular más riqueza, y donde ser brutalmente millonario fuera una aspiración legítima, no una agresión a los demás.
         Hoy los nuevos tecno-plutócratas actúan con desvergüenza, a cara descubierta, utilizando las nuevas tecnologías como instrumentos de poder. Su principal exponente es Elon Musk, que ya no se conforma con ejercer su poder en los EE.UU. sino que pretende hacerlo también en Europa y a nivel mundial (lo que da pie a las fantasías imperiales de Donald Trump). Le acompañan los Mark Zuckerberg (META), los Jeff Bezos (Amazon), los Sam Altman (Open AI), los Sundar Pichal (Google), los Tim Cook (Apple), los Dara Kohsrowshahi (Uber), Shou Zi Chew (Tik Tok) …
       En el cuarto poder la labor crítica de los medios tradicionales cede ante las redes de sistemática construcción de la realidad, produciendo masivamente una falsa conciencia.
        En los disruptores (así es como llaman ahora a los que quieren poner el sistema patas arriba sin topes a la violencia y sin ningún límite ético ni legal) su mayor peligro es el descaro con que exhiben su hybris, la desmesura a la que les empuja su ego superlativo.


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