Con la misma incertidumbre que decimos que todo lo que sube cae,
podemos aventurar que todo lo que agrede puede también usarse como protección.
A los
tradicionales dominios en el mundo de la Defensa -Tierra, Mar, Aire y Espacio-
hemos añadido el Ciber. Una de las mayores debilidades en este dominio es la
escasa cultura de la ciberseguridad de la sociedad española. Al
calificarlo con la palabra “seguridad” se da a entender que la responsabilidad
de la misma está en el Ejército, o en la Policía, y eso es un error gravísimo. La
responsabilidad (la cibersalud) de cada individuo es fundamental para que
un país, en su conjunto, sea resiliente ante un ciberataque. (Que, por cierto,
en este dominio, a diferencia de los otros, es mucho más fácil defenderse que
atacar.)
La inteligencia artificial tiene riesgos,
pero tiene también sus oportunidades. El mayor riesgo es no utilizarla porque
el enemigo sí lo va a hacer. Así que, ojo, que la IA va a desempeñar un papel
cada vez más importante en el campo militar. Hoy por hoy, los ciberataques
vienen en su mayoría de cuatro lugares: Rusia, China, Corea del Norte y Japón.
Así que ya que el propio medio que nos agrede podemos utilizarlo para defendernos, prestémosle la atención que se merece porque no podremos echarle la culpa a otros si sufrimos algún daño.
Pero, ojo! No nos
pongamos el parche antes de que nos salga el grano. Para mí que darle vueltas a
estos temas es poner un remedio antes de nos aqueje la enfermedad. No sea que
nos ocurra lo que en la Universidad de Oxford han bautizado como brain
rot para designar un supuesto deterioro de las facultades mentales relacionado
con el abuso de contenido digital. El que come tanta pantalla puede terminar
viéndose incapaz de leer algo de una tirada, y que sólo pueda comunicarse a
través de la semántica de los stickers y los memes.
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