El PP no tropieza dos veces en la misma piedra sino sopotocientas. Me refiero a los bandazos que ha venido dando en materia de catástrofes pero siempre cometiendo los mismos errores, a saber:
1. ocultando
información; 2. desoyendo a los expertos; 3. siendo incapaces para reconocer sus errores; 4. politizando las catástrofes; 5. despreciando a los
ciudadanos.
Veamos unos ejemplos (5, por no extendernos
más):
2001: en el caso
de las vacas locas Celia Villalobos recomendaba echarle un hueso a la
sopa (peor fue lo de beber lejía como consejo de Trump contra el coronavirus);
2002: la contaminación
del combustible del petrolero Prestige que Rajoy definió como “hilillos
de pastelina”;
2003: caso Yak-42, con 62
militares fallecidos, en el que se lució el ministro de Defensa don
Federico Trillo, experto en mentiras, chapuzas y faltas de respeto a los
familiares de las víctimas, a quienes incluso se entregaron cadáveres mal
identificados;
2004: terrorismo
yihadista del 11-M con 192 fallecidos: Aznar informó, sabiendo a
ciencia cierta que era totalmente falso, como luego se ha demostrado continua y
fehacientemente, que su autor fue la ETA, rematándolo después con la farsa de
las armas de destrucción masiva en Irak, a sabiendas de que no era verdad. Y
sigue afirmándolo hoy, por aquello de que si te equivocas, insiste en la
equivocación, sostenella y no enmendalla, probablemente porque no conoce
el proverbio latino cujusvis est errare nullius nisi insipientis in errore
perseverare;
2006: metro
de Valencia, 43 fallecidos, en el que se engañó a las familias, se presionó
a los medios para que falsearan la verdad y se intentó darle carpetazo,
terminando condenado el vicepresidente de la Generalitat Ilmo. Sr. Don Diego
Cotino.
En todos estos
casos el PP reaccionó igual: cumpliendo con los errores que se citan en el
primer párrafo de este texto, más una huida hacia adelante y echando balones
fuera para responsabilizar al Ejecutivo, principal mantra que obsesiona al PP junto con la intención de crear un caos político y zarandear al presidente del Gobierno, aunque los fallos de que se trate sean de la competencia exclusiva de las Autoridades
autonómicas.
Para ayudarles
en el empecinamiento en sus errores cuentan con el apoyo cerrado de los medios de
comunicación derechistas que les permiten mirarse el ombligo y agarrarse a una
falsa sensación de seguridad y convicción de ser suya la Verdad.
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