domingo, 21 de abril de 2024

2494 (D 21/4/2024) Gárgolas, las de Santiago

En la lluviosa Santiago de Compostela empiezan a ofrecerse rutas turísticas centradas en las gárgolas, destinadas a desaguar tejados y cornisas. Las de Santiago de Compostela fueron objeto de un primer catálogo, de 35 desagües labrados con todo tipo de seres simbólicos desde el siglo XIV para dar una solución arquitectónica a las pertinaces lluvias compostelanas, allá por 1993, el año Xacobeo que disparó las peregrinaciones a la ciudad.  El libro Gárgolas de Compostela (editorial Alvarellos, edición trilingüe en gallego, castellano e inglés) es la nueva obra de Benxamín Vázquez, con fotografías de Xaime Cortizo, que hoy sigue representando una de las escasas publicaciones sobre gárgolas en el país. En el volumen, el autor selecciona 30 de las “más expresivas” entre las 300 que ha contado en edificios monumentales de Santiago, datadas a lo largo de siete siglos.
          Las gárgolas, de canteros anónimos, son las grandes ignoradas de la escultura, pero merecen un pedestal en la historia del arte. De formas caprichosas y atrevidas, representan monstruos, demonios, bestias, criaturas metamórficas, lujuriosas y burlonas. Entre estos “caprichos de cantero” hay contorsionistas, muchachos cabalgando sobre fieras, gorgonas, animales exóticos, criaturas abisales, seres de pelo, escama y pluma, otros que aúllan de dolor después de ser castrados, bellas sirenas, dioses mitológicos en esta meca del cristianismo, mantícoras, grifones, basiliscos y dragones. En el Hostal dos Reis Católicos (siglo XVI) de la plaza del Obradoiro, que hoy es Parador, justo en la fachada principal y plateresca, a mano derecha se puede ver, de frente, un hombrecillo desnudo que enseña sus nalgas y sus genitales con descaro.

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