No soy economista. Sólo un aficionado temerario. Lo digo por si alguno de vosotros me pilláis en algún disparate, del que no me declaro responsable. Dicho lo cual, sigo:
La inflación subyacente es la resultante de eliminar en su cálculo
la energía y los alimentos. Aunque estos dos elementos son prioritarios, conviene
prescindir de ellos para diagnosticar correctamente la evolución de los subidas
de los precios a corto y medio plazo. Pues si en los cálculos estadísticos hay
que eliminar los picos extremos de los dientes de sierra, tanto por arriba como
como por abajo, para no distorsionar los promedios, la alimentación y la energía
dificultan el cálculo de las subidas de los precios cuando son puntuales y
efecto de circunstancias excepcionales. Y así, la inflación en el primer
trimestre de lo que va de año no ha sido realmente del 9,8% sino del 3,4% (en abril el 4,4%)
La editorial del
periódico El País del 22/4/22 nos informa de que el Fondo Monetario
Internacional pronostica una moderación de los precios a partir de la segunda
mitad del año y, sobre todo, en 2023, cuando la inflación sería de un 2,3% en
la eurozona y un 1,3% en España. Los motivos de esta esta caída hay que
buscarlos en la previsible moderación de precios de la energía, que podrían
estar ahora cerca de sus máximos, y el efecto retrasado sobre otros productos,
particularmente los alimentarios, que se prolongará hasta 2023. En otras
palabras, el Fondo no prevé para los próximos años una espiral de inflación
descontrolada, sino más bien un episodio de subida de precios que comenzará a
disolverse, para las economías desarrolladas, a partir del verano de 2022,
normalizando paulatinamente la situación durante 2023.
Si como insisten
los políticos y los economistas, la inflación es otro efecto (indirecto) de la
invasión de Ukrania, en ese caso ¿ambas se reducirán a la vez? Quizás esta
apreciación sea un wishful thinking, un deseo tan intenso que lo
confundimos con la realidad.
Leo
en la prensa que dentro de 5 años la Deuda Pública se habrá reducido a un 115%
del PIB. ¿Será otro wishful thinking? En todo caso el dato de la Deuda
no es tan importante como suele pregonarse, por más que les preocupe a los
políticos austéricos (recuerdan?) pues su límite no debería marcarlo el PIB ni
el Déficit Público sino más bien la relación entre el pago de sus intereses y
la inflación de cada año. La refinanciación de la Deuda es rutinaria. Sólo hace falta que el tipo de interés que se paga por la Deuda no sea superior a la tasa de inflación.
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