viernes, 30 de noviembre de 2018

1651 (V 30/12/18) Amor, amor, amor…

Sin venir a cuento. Tal cual.
   Los publicistas saben que cualquier artículo en venta en el que figure la palabra “gratis” atraerá la atención del comprador. 100%. Puede rezar algo así como: “este artículo no es GRATIS pero merece que usted lo vea”, y seguro, seguro, que su estante recibirá más visitas que ningún otro. Sólo por exhibir la palabra “gratis”, aunque ofrece lo contrario de lo que pregona.
     Pues igual ocurre con la palabra “amor” en el título de un post de blog (o de cualquier otro tipo de relato). Bastará que se vea escrito, “amor”, aunque no venga a cuento con su contenido, y esa entrada será más leída que ninguna de las otras.
    (En prueba de lo dicho os informo que la entrada de ayer "La extraña pareja AMOR/odio" recibió el triple de visitas que la media del mes.)
    (Por cierto que gratis, gratis, gratis, lo que se dice gratis de verdad, en latín se dice gratis et amore.)
     La magia de las palabras. Creo recordar que es en “Divinas palabras” de Valle Inclán donde alguien salva a un reo de ser linchado gritando unas palabras en latín, lo que paraliza de golpe a la masa tumultuaria, estupefacta al escuchar unas palabras que no entiende. O precisamente por eso, porque no las entiende.
   Churchill ganó la guerra… y perdió en las inmediatas elecciones en el R.U. “Speaks too well”, era la explicación. Por qué votas a Alcibíades para el ostracismo? le preguntó el mismo Alcibíades a un ciudadano que no le conocía de nada. Porque estoy harto de oír hablar de él y porque habla demasiado bien, fue la lacónica respuesta.
     Lo malo de las palabras es que, si no las controlas, te pueden llevar a dios sabe dónde, al cielo o al infierno, según las conduzcas, o por los cerros de Úbeda, como me ha ocurrido a mí con esta página que se me ha ido por peteneras. Por eso nos protegemos con palabras anodinas, preguntando por la familia, hablando del tiempo y de las flores...

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