Tratamos de la democracia representativa (indirecta) como
la opuesta a la democracia asamblearia (participativa). En la primera los ciudadanos eligen a
sus representantes para que éstos hablen por ellos mientras que en la asamblearia
se establece el principio de que los elegidos se mantengan atentos a los
intereses de sus electores, a los cuales tendrán que consultar de vez en cuando.
Una vez más lo mejor es enemigo de lo bueno, y la mejor democracia de la
consulta asamblearia tropieza con burocracias y conflictos internos difíciles de
gestionar.
La politóloga neozelandesa Ngaire Woods piensa, y lo dice, que los
vínculos entre las elites y la ciudadanía se han roto, y que ella no se fía de
los referéndums, dando la razón a Thatcher cuando los tachaba de “instrumentos
de dictadores y demagogos”.
Define al populismo por su revuelta contra el establishment.
Pronunciando discursos simples con soluciones fáciles a los problemas cotidianos
de la gente, se ofrecen como salvadores de la ciudadanía. El populismo es bueno
si escucha y conecta con la gente, como fueron los casos de Obama o de Macron.
Y defiende la democracia representativa, no asamblearia, porque si el político
consulta con las bases todo lo importante y luego sale mal, se exime de responsabilidad
ya que acató lo que le pedía la ciudadanía. El político tiene más datos para poder
decidir que el ciudadano de a pie y tiene que asumir su responsabilidad, para
eso le eligen y le pagan. Si se equivoca, en las próximas elecciones se le
despide (la realidad demuestra lo
contrario, comenta el que suscribe.)
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