jueves, 23 de noviembre de 2017

1465 (J 23/11/17) Hay bancos y bancos

Es posible que la banca merezca nuestra repulsa (como sistema) por su prepotencia y apropiación indebida -legal para más inri- de fondos ajenos mediante las nefastas comisiones, haciendo de nuestras cuentas sus bolsillos. Ahí están sus contratos de adhesión (todos, al estilo de la Administración Pública: como las lentejas, o los firmas o los dejas, pero no les gusta nada que se les corrija), sus bonos preferentistas, sus hipotecas irresponsables, su maltrato si tus saldos no alcanzan el mínimo que les gustaría…, qué voy a deciros yo que no sepáis!
  Pero hay bancos y bancos. Y sobre todo bancos y personal de los bancos, que generalmente nos tratan bien y algunos exquisitamente.
    Es el caso que he tenido un incidente con un Banco, de cuyo nombre debería acordarme, cuya resolución no acabo de creerme. Firmé hace varios años una hipoteca inversa, muy mal firmada por mí entonces (no caeré en detalles sobre los motivos) porque el texto de la escritura, sin corresponderse con lo tratado, era el de una escritura normal. Al llegar el vencimiento y con un valor de la vivienda hipotecada por debajo del inicial, en lugar de exigirme (como tenían derecho) el reembolso de los fondos han aceptado mis explicaciones y, con ellas, la dación en pago.
    Claro que la diferencia..., salió el banco... (como lo del cuento del escorpión ¿os acordáis de la entrada 1443 del pasado 1/11/17?)..., la diferencia, ejem, podría compensarse con un módico préstamo pagadero en sopotocientas cómodas mensualidades…, bla, bla, bla… Ya me habían avisado. Les pedí que, al menos, no me cargaran ningún gasto ni comisiones, ni en las dos operaciones a suscribir ni en la cuenta y la tarjeta por ningún otro concepto, mantenimiento, cuotas, etc. Por extraño que os parezca, lo aceptaron, me dijeron que sí.
    Y aquí viene el notición. Cuando me remitieron el borrador del documento de dación en pago para que lo leyera de conformidad antes de la firma en el notario, se olvidaron (se olvidaron?) de mandarme el del “cómodo préstamo”. ¿Lo habían reconsiderado y decidido no estropear su gesto con el incómodo “cómodo préstamo” de las narices? Y encima habían tenido la elegancia, la exquisitez, de ni siquiera nombrarlo, qué delicadeza.
     No es una fantasía, me ha ocurrido a mí. Sólo les ha faltado pedirme disculpas. Y esto por no hablar del trato profesional exquisito de que he sido objeto por su personal. (Que por cierto ni siquiera me han aceptado una invitación a una comida.)
Y por qué? os preguntaréis. Por qué se han comportado así? Pues porque han confiado en mí y en mis explicaciones. Y eso sólo pueden hacerlo los que merecen que confiemos en ellos. ¿No dice el refrán, y con razón: cree el ladrón que todos son de su condición? Pues yo os digo: “cree la buena gente que todos somos buena gente”. Pura atribución que dicen en los manuales de psicología (antes lo llamaban “proyección”, creo).
     Así que no es verdad que todos los bancos sean execrables. Puede haber alguno, y quizás más de uno, que caigan en la tentación de ser humanos. Puede ocurrirle a cualquiera. Al menos me ha ocurrido a mí.

     Cuando me desperté no sabía dónde me encontraba, si en Madrid, o en Palencia…, o en el refugio de la laguna de Gallocanta.

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