Es posible que la banca merezca nuestra repulsa (como
sistema) por su prepotencia y apropiación indebida -legal para más inri- de
fondos ajenos mediante las nefastas comisiones, haciendo de nuestras cuentas
sus bolsillos. Ahí están sus contratos de
adhesión (todos, al estilo de la Administración Pública: como las lentejas, o los
firmas o los dejas, pero no les gusta nada que se les corrija), sus bonos
preferentistas, sus hipotecas irresponsables, su maltrato si tus saldos no
alcanzan el mínimo que les gustaría…, qué voy a deciros yo que no sepáis!
Pero hay
bancos y bancos. Y sobre todo bancos y personal de los bancos, que generalmente
nos tratan bien y algunos exquisitamente.
Es el caso
que he tenido un incidente con un Banco, de cuyo nombre debería acordarme, cuya
resolución no acabo de creerme. Firmé hace varios años una hipoteca inversa, muy
mal firmada por mí entonces (no caeré en detalles sobre los motivos) porque el
texto de la escritura, sin corresponderse con lo tratado, era el de una escritura
normal. Al llegar el vencimiento y con un valor de la vivienda hipotecada por
debajo del inicial, en lugar de exigirme (como tenían derecho) el reembolso de
los fondos han aceptado mis explicaciones y, con ellas, la dación en pago.
Cuando me
desperté no sabía dónde me encontraba, si en Madrid, o en Palencia…, o en el
refugio de la laguna de Gallocanta.
Claro que la
diferencia..., salió el banco... (como lo del cuento del escorpión ¿os acordáis de la entrada 1443 del pasado 1/11/17?)..., la diferencia, ejem, podría compensarse con un módico préstamo
pagadero en sopotocientas cómodas mensualidades…, bla, bla, bla… Ya me habían
avisado. Les pedí que, al menos, no me cargaran ningún gasto ni comisiones, ni
en las dos operaciones a suscribir ni en la cuenta y la tarjeta por ningún otro
concepto, mantenimiento, cuotas, etc. Por extraño que os parezca, lo aceptaron, me dijeron que sí.
Y aquí viene
el notición. Cuando me remitieron el borrador del documento de dación en pago
para que lo leyera de conformidad antes de la firma en el notario, se olvidaron
(se olvidaron?) de mandarme el del “cómodo préstamo”. ¿Lo habían reconsiderado
y decidido no estropear su gesto con el incómodo “cómodo préstamo” de las narices? Y
encima habían tenido la elegancia, la exquisitez, de ni siquiera nombrarlo, qué
delicadeza.
No es una
fantasía, me ha ocurrido a mí. Sólo les ha faltado pedirme disculpas. Y esto
por no hablar del trato profesional exquisito de que he sido objeto por su
personal. (Que por cierto ni siquiera me han aceptado una invitación a una
comida.)
Y por qué?
os preguntaréis. Por qué se han comportado así? Pues porque han confiado en mí
y en mis explicaciones. Y eso sólo pueden
hacerlo los que merecen que confiemos en ellos. ¿No dice el refrán, y con
razón: cree el ladrón que todos son de su condición? Pues yo os digo: “cree la
buena gente que todos somos buena gente”. Pura atribución que dicen en los manuales de psicología (antes lo
llamaban “proyección”, creo).
Así que no
es verdad que todos los bancos sean execrables. Puede haber alguno, y quizás
más de uno, que caigan en la tentación de ser humanos. Puede ocurrirle a
cualquiera. Al menos me ha ocurrido a mí.
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