Hasta hace cuatro días repelía la idea de una patología
colectiva. Lo mismo que ocurría con los delitos colectivos. Las enfermedades
eran personales, algo que aquejaba a las personas, no a las colectividades. Al
igual que era sólo la persona individual, no la colectiva, la que podía
delinquir. Pero eso está cambiando. Desde después de la guerra mundial los
psicólogos y criminólogos se han planteado la diagnosis de una patología
colectiva en el pueblo alemán que apoyó a Hitler (yo me lo plantearía también
con los votantes del partido corrupto español, el PP, aunque puede haber
explicaciones crematísticas para su actitud aberrante y surrealista), así como
una imputabilidad a colectivos por delitos, como es el caso por ejemplo del PP
en el caso Gürtel.
Pues bien,
Manuel Vicent describe como sigue los síntomas de un cáncer social muy de actualidad en
estos días. Reproduzco su texto tal cual:
Todos los himnos nacionales están cargados con la pólvora de unas letras fatuas, violentas e incluso sanguinarias. Cuando suenan en los estadios al iniciarse un encuentro deportivo internacional los jugadores de cada equipo, abrazados por los hombros en la cancha, los entonan, unos con ardor, otros con desgana, y entre ellos siempre hay uno que oficia de gran patriota al que sólo le falta aporrearse el pecho comoun gorila en celo mirando hacia lo alto. En La Marsellesa se pide que la sangre impura inunde
nuestros surcos; los germanos gritan: “Alemania sobre todo el mundo”; los
británicos exclaman: “Oh, señor, nuestro Dios, levántate y dispersa a los
enemigos”; “Listos para morir, Italia llama a sus hijos”, cantan los italianos;
los norteamericanos con la mano en el corazón invocan la tenebrosa lucha, el
rojo fulgor de los cohetes, las bombas estallando en el aire; y en Els segadors, para no ser menos, se anima a
defender a la patria catalana con golpes de hoz. Por fortuna el himno español
no tiene letra. Nada hay más elegante que permanecer con la boca cerrada ante
esta clase de versos crueles elaborados por poetas mediocres, que llaman a
degollar al enemigo. Mas cuando ya parecía que ese himno, hasta ahora en poder
de la derecha, empezaba a ser emocionalmente aceptado por la izquierda a través
de los éxitos deportivos, la reacción contra el independentismo catalán lo ha
puesto de nuevo al servicio de un españolismo en algunos casos rancio y muy
burdo, servido por una testosterona de muy baja calidad. Ahora la letra del
himno español la constituyen, por un lado los infames abucheos de los
independentistas en los estadios y por otro los mazazos de Manolo el del bombo y
los gritos de ¡a por ellos!, bajo el amparo del toro de Osborne, una marca de
coñac, estampado en la bandera nacional. Los dioses ciegan a los que quieren
destruir.
Los que gusten de tan sólo aperitivos pueden ya tener
bastante. Pero los que quieran comerse también un chuletón pinchen aquí y
podrán leer una entrevista a Joan Botella, presidente de Federalistes
d'Esquerres y decano de la Facultat de Ciencias Políticas y Sociología de la Universitat Autónoma de Barcelona.
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