viernes, 27 de octubre de 2017

1438 (V 27/10/17) Himnos, mística, banderas: un cáncer social

Hasta hace cuatro días repelía la idea de una patología colectiva. Lo mismo que ocurría con los delitos colectivos. Las enfermedades eran personales, algo que aquejaba a las personas, no a las colectividades. Al igual que era sólo la persona individual, no la colectiva, la que podía delinquir. Pero eso está cambiando. Desde después de la guerra mundial los psicólogos y criminólogos se han planteado la diagnosis de una patología colectiva en el pueblo alemán que apoyó a Hitler (yo me lo plantearía también con los votantes del partido corrupto español, el PP, aunque puede haber explicaciones crematísticas para su actitud aberrante y surrealista), así como una imputabilidad a colectivos por delitos, como es el caso por ejemplo del PP en el caso Gürtel.
    Pues bien, Manuel Vicent describe como sigue los síntomas de un cáncer social muy de actualidad en estos días. Reproduzco su texto tal cual:

Todos los himnos nacionales están cargados con la pólvora de unas letras fatuas, violentas e incluso sanguinarias. Cuando suenan en los estadios al iniciarse un encuentro deportivo internacional los jugadores de cada equipo, abrazados por los hombros en la cancha, los entonan, unos con ardor, otros con desgana, y entre ellos siempre hay uno que oficia de gran patriota al que sólo le falta aporrearse el pecho comoun gorila en celo mirando hacia lo alto. En La Marsellesa se pide que la sangre impura inunde nuestros surcos; los germanos gritan: “Alemania sobre todo el mundo”; los británicos exclaman: “Oh, señor, nuestro Dios, levántate y dispersa a los enemigos”; “Listos para morir, Italia llama a sus hijos”, cantan los italianos; los norteamericanos con la mano en el corazón invocan la tenebrosa lucha, el rojo fulgor de los cohetes, las bombas estallando en el aire; y en Els segadors, para no ser menos, se anima a defender a la patria catalana con golpes de hoz. Por fortuna el himno español no tiene letra. Nada hay más elegante que permanecer con la boca cerrada ante esta clase de versos crueles elaborados por poetas mediocres, que llaman a degollar al enemigo. Mas cuando ya parecía que ese himno, hasta ahora en poder de la derecha, empezaba a ser emocionalmente aceptado por la izquierda a través de los éxitos deportivos, la reacción contra el independentismo catalán lo ha puesto de nuevo al servicio de un españolismo en algunos casos rancio y muy burdo, servido por una testosterona de muy baja calidad. Ahora la letra del himno español la constituyen, por un lado los infames abucheos de los independentistas en los estadios y por otro los mazazos de Manolo el del bombo y los gritos de ¡a por ellos!, bajo el amparo del toro de Osborne, una marca de coñac, estampado en la bandera nacional. Los dioses ciegan a los que quieren destruir.

Los que gusten de tan sólo aperitivos pueden ya tener bastante. Pero los que quieran comerse también un chuletón pinchen aquí y podrán leer una entrevista a Joan Botella, presidente de Federalistes d'Esquerres y decano de la Facultat de Ciencias Políticas y Sociología de la Universitat Autónoma de Barcelona.

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