No es la primera vez que en este blog hablamos de
Ara Malikian, ved la entrada 901 del 8/5/14. Ni será la última.
Su aparente falta de respeto a las formas
conspicuas, circunspectas, de los músicos clásicos le da una nota de infractor que
para él es compatible con su virtuosismo del violín en la música barroca. En
una composición propia sobre el genocidio armenio (1915/2015) hace llorar y
desgarrarse a su violín, marcando unos ritmos frenéticos que contagian a los 70
músicos de su orquesta que, por su cuenta, no podrían soñar en llegar a estas
alturas. Los músicos, en shorts, mueven las piernas cruzadas al estilo french cancan siguiendo el ritmo de sus
cabriolas y payasadas, mientras él toca sin fallar en una sola nota, dejando en
evidencia a los que, sin despeinarse, interpretan la música engolados y
vestidos con las mejores galas.
Inconmensurable, inefable, insuperable en la versión
Malikiana de su interpretación del arreglo de Sarasate de la Carmen de Bizet, Malikian hace de puente entre la música clásica y la moderna al tiempo
que la sazona con sus relatos de ficción autobiográficos. “Escapó de formar
parte de las filarmónicas porque te meten en un foso y allí nadie te ve”. La
mezcla multicultural de sus piezas refleja sus propias vivencias, de refugiado
exiliado a residente en España a la que llegó hace cinco lustros y donde vive con su
esposa aragonesa y un chaval de nombre Cairo, de dos años.
La
propina de Vivaldi la mejora, si es que cabe, en cada sesión. Si el veneciano levantara
la cabeza le cedería su trono para rendirle pleitesía. Aunque la pieza de postre, el aria de la suite
nº 3 en re mayor de Juan Sebastián Bach, la adorna con florituras que al sr. Bach creo que no le gustarían.
Salimos
arropados por John Lennon, “Imagine, … you
may say I’m a dreamer, but I’m not the only one…”
Ara
Malikian, la rehostia.
P/D: Los ingresos por estos conciertos se
donarán para ayuda a los refugiados sirios.
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