jueves, 8 de septiembre de 2016

1249 (J 08/09/16) Crónicas montaraces

El responso de los pueblos a condenados a morir vaciando su población en las ciudades es el tema del magnífico libro La lluvia amarilla de Julio Llamazares que no debéis dejar de leer.
   Yo, por el contrario, huyendo de los ruidos y el estrés de la ciudad, me he integrado en mi pueblo como voy a demostrar:
  En agosto de 147 habitantes llegamos a más de 300 gracias a los emigrados del pueblo que regresan nostálgicos para pasar las veladas en charla animada en los poyos de las calles hasta la madrugada. Cuando vuelvo de noche todos fijan su mirada, con los ojos muy abiertos, en mi coche que conocen desde hace ya tiempo y giran su cabeza hasta que me pierden de vista en la curva de la izquierda. Como si yo fuera un fantasma, una aparición, y así todos los días. Desde hace años.
   Cuando paseo noto cómo se corren los visillos de las ventanas para seguir mis pasos sin dejarse ver ell@s, todos los días. Y así desde hace años.
   Alguna vez alquilamos un autobús que nos lleve a Benidorm. A las 6 de la mañana en verano acudimos alborotados a la cita y nos subimos a él entre risas y cuchicheos. Al poco de arrancar cantamos, desafinados, “Asturias patria queridaaa…”, o “Para ser conductor de primeraaa…”, como los niños de la escuela que no hay. Y eso que el menor de los que vamos en este bus del IMSERSO no baja de los sesenta.
    La escuela que no hay… Porque no hay niños que acudan a ella. Sus padres jóvenes han ido a buscar trabajo en la ciudad. Y un pueblo sin niños está condenado a morir poco a poco, a medida que los viejos van muriendo. Sin remedio.
   Las cunetas de mi pueblo abundan en romero y tomillo que aquí llaman de otro modo. El valle está lleno de frutales, cerezos, manzanos, ciruelos, perales…, y almendros que muchos años pierden la flor en abril por las heladas tardías.
...er tonto er pueblo.
Equidus








    Os dejo un par de fotos. Con mi amigo Equidus, en los campos de mi pueblo, con sus montes y sus vides, sus cabras y sus ovejas. “La jartá que m'e pegao comiendo higos, ciruelas y moras, éstas de cuatro en cuatro”.  (La otra foto no es del caballo, es del tonto del pueblo.)
    “La señá que m'a sacao la foto me dice qu'ella carga su móvil en la terraza mientras duerme, no sea que el día menos pensao el hijoeputa ese explote en su mesilla de noche.”
     (P/S.: Primeros síntomas del síndrome de Diógenes)


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