La desigualdad económica, y consiguientemente social, en la que nos ha sumido la
ineficaz, estúpida y cruel política económica del gobierno del PP no sólo es
efecto de la restricción del gasto público y el saqueo de las arcas de Tesoro
por parte de los políticos corruptos (o sea, de todos los políticos que tocan el poder y gestionan fondos públicos)
sino que también es causa de profundización de la recesión económica al
disminuir el consumo, y consiguientemente la producción, por falta de recursos
económicos de las clases media y baja. Es por ello que también los más afortunados
deberían combatir la desigualdad económica (excesiva). A tener en cuenta que España
es la segunda más regresiva de todas las naciones de la Unión Europea. Y eso
por no hablar del peligro cada vez mayor de que la represión económica pueda
estallar en conflictos sociales violentos de los que pueda resultar difícil dar
marcha atrás.
Aberración económica y crimen social, tan pronto
como se defenestre a este gobierno de nefasta memoria y se puedan tomar medidas
para paliar los males que ha causado en las economías familiares, habrá que
comenzar con estas cuatro: 1.subir los salarios mínimos hasta un nivel digno de
subsistencia de los más desfavorecidos, 2. reducir los salarios máximos que sólo
mencionarlos dan vergüenza, 3. complementar los recursos de los peor remunerados
con asistencias sociales que hagan de salarios paralelos y 4. fortalecer la
capacidad de negociación de la clase trabajadora.
Veámoslas
una por una:
Aumentar
los niveles de renta mínima es una necesidad ya evidente y aceptada hasta por
los economistas neoliberales más recalcitrantes. Y no sólo por justicia
elemental distributiva sino porque sin capacidad de compra de los más pobres,
los ricos ven peligrar su capacidad de ventas y consiguientes beneficios. No es
ya discutible entre los sociólogos y los antropólogos que la pobreza es un muro
que impide a los pobres que dejen de ser pobres. La meritocracia (que cada uno
ocupe su puesto en la sociedad según sus méritos y capacidades) sólo es posible
ayudando a los más pobres a salir de su agujero.
Reducir los ingresos máximos de escándalo
habrá que hacerlo por dos vías: una, por ley, estableciendo una proporción
máxima en su relación con los salarios mínimos; dos, por aumentos de impuestos
progresivos a las mayores fortunas. El modelo danés es digno de imitación.
El campo de
las ayudas sociales, tales como becas y libros para estudios, medicinas,
asistencia a dependientes, etc., en las que incluimos la sanidad y educación
gratuitas y universales (sirva el modelo finlandés),
requerirá iniciarse recuperando los servicios públicos y hospitales “externalizados”.
No sólo la sanidad y la educación sino también, de inmediato, el agua y la
energía. Es conocida la vocación de servicios públicos de la República francesa.
Y en cuanto
a la capacidad de negociación de los trabajadores habrá que reforzar las nuevas organizaciones sindicales comenzando por derribar el edificio institucional de
las actuales totalmente corrompidas, sometidas y compradas por los poderes
públicos y las patronales. Su financiación será en principio pública fijada por
ley sin permitir otras subvenciones como las que han hecho posible los
desfalcos de los ERE, mediante cursos de formación que ya sabemos lo que eran
realmente. Urge importar la cogestión del modelo alemán donde tanto personas individuales
como las corporaciones sindicales forman parte del consejo de administración de
las grandes empresas.
A estas
medidas habrá que añadir otras contra la corrupción sistémica como las que controlen la evasión de impuestos y
las que prohíban las contrataciones públicas a empresas con cuentas ilegales en
paraísos fiscales. También habrá que reducir al máximo los privilegios de los
políticos en ejercicio de su cargo (vide
por ejemplo la entrada nº 1197 del 11/5/16 "Qué putada!"). Por no hablar de la dotación de
recursos humanos y técnicos suficientes a los tribunales de justicia,
endurecimiento de las penas por corrupción y devolución de los fondos
apropiados mediante prácticas delictivas o fraudulentas. Los nombres de los
políticos delincuentes deberían ser publicitados suficientemente para escarnio
de los ladrones y mentirosos que accedieron a la política “para forrarse”,
según la frase infame del expresidente valenciano Eduardo Zaplana del PP.
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