viernes, 11 de marzo de 2016

1171 (V 11/3/16) Mentiras fecundas

En vista de lo que abunda la mentira cuando hablan los políticos, me puse a pensar apoyando la barbilla en mi mano y mi brazo en mi rodilla, estilo “el pensador” de Rodin. Y la primera conclusión a la que llegué es que engañar puede ser útil, y hasta divertido, siempre que no te engañen a ti.
     La mentira es fecunda, leí de algún autor famoso en algún sitio. (Mentira, lo escribí yo.) Significa eso que, a sensu contrario,  la verdad es estéril? Pues según el evangelio de san Juan, 8.32, la verdad nos hará libres…
      Cuando cubríamos con maleza un hoyo en la tierra, o excavado en el suelo por nosotros, para hacer caer en ellos a las presas de caza mayor que perseguíamos, las estábamos engañando, y de ello nos alimentábamos. Una vez inventada la mentira, y vistos sus buenos resultados, la ampliamos a otros campos. Y así, por ejemplo, cubriéndonos con la piel de los animales que queríamos capturar, podíamos acercarnos sin miedo a que nos olieran como humanos, y engañándolos así, los pudiéramos cazar. Para celebrar nuestro éxito danzábamos y conjurábamos a las fuerzas naturales para que nos fueran propicias en las próximas batidas, y aquellos rituales fueron origen del teatro, otra mentira, la ficción, catarsis incluida. Y cuando contábamos nuestras hazañas dejábamos correr la imaginación para adornarlas de manera que se alejaran cada vez más de la verdad, de la aburrida realidad. Puedes probarlo: haz correr un rumor en un viaje de ida y vuelta y cuando regrese a ti, después de haberse modificado por cada uno de los transmitentes, verás que el rumor original no lo reconoce ni su padre, que eras tú.
     Para hacer inteligibles los pensamientos abstractos inventamos las metáforas que son otras mentiras pero divertidas cuando son fáciles de desentrañar.
    Están luego las mentiras piadosas, la hipocresía, la falsa modestia..., las políticas y las religiosas. Estas dos últimas son las peores porque nos comen el cerebro y nos manipulan como no podemos llegar a imaginar.
       Y también los cuentos chinos que son los que no nos creemos: anda ya, eso es un cuento chino, decimos cuando nos quieren engañar. Debe de ser que los chinos son muy inocentes porque a ellos se les engaña fácil..., como a un chino.
     Donde, según Ovidio, puedes mentir lo que quieras y jurar y perjurar por los dioses con total falsedad, es en materia de amores..., porque "en materia de amores los dioses no se molestan, incluso se ríen, si los pones por testigos cuando se trata de engañar" (más o menos).
Lo malo de la mentira es que te pillen. Por eso hay que saber disimular. Perooo…, se pilla a un mentiroso antes que a un cojo, dicen. Aunque no estoy seguro de que eso sea verdad.

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