Ahora que llegamos al milenio (en el número de entradas de este blog) y nos acercamos al final de nuestro tiempo (de este año 2014 de la era cristiana), nos pondremos graves y reflexionaremos gravemente sobre el fin de un tiempo y nuestra sed de inmortalidad: Fausto, de Goethe, vendió su alma al diablo (Mefistófeles) a cambio de
que éste le rejuveneciera para poder enamorar a la bella Margarita. Ya antes la
ninfa Eco, para poder contemplar la belleza de Narciso, hizo que éste permaneciera
joven y apuesto eternamente, sin dejar de contemplarse en el estanque-espejo, pero lo consiguió haciendo que durmiera sin
despertar, lo que no deja de ser una muerte. Y Pigmalión consiguió de Afrodita
que infundiera un alma a su escultura, Galatea, con la cual pudo fundirse. El
Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, de temática faustiana, envejece con el
tiempo mientras el retratado permanece eternamente joven. (Dorian terminará
asesinando a su pintor Basil, a quien culpa de su “trágico destino”, y él mismo
será asesinado por el personaje pintado que recuperará la edad de cuando fue
pintado, mientras su cadáver acumula el paso de los años en su rostro
arrugado.) En todos los casos el cumplimiento de este deseo aboca en tragedia.
O sea, en la muerte.
Pero, a pesar de todo esto, supongamos que fuéramos inmortales. Os imagináis el aburrimiento?
Es más; es la consciencia de nuestra inmortalidad la que nos hace vivir apasionadamente. Y valdría la pena vivir sin entusiasmo? Yo me he atrevido a escribir que si en los mitos griegos Zeus copula tanto, como un desesperado, es porque sabe que un vástago suyo acabará con él, y el Padre de los dioses intenta afanosamente engendrarlo para ser asesinado y de este modo emular a los humanos. Porque los dioses "inmortales" están muertos, pues son puros conceptos, sin vida, mientras que los humanos, muriendo, la muerte nos hace inmortales (como especie).
Y ya que este gobierno reclama la estabilidad como señuelo para intentar seguir gobernando, permitidme traer aquí lo que escribí en la entrada 707 del 7/6/13, "La muerte como base de la estabilidad":
Por otro lado está la estabilidad que tienen y proporcionan los difuntos. El sentido de la muerte en nuestros antepasados no tenía nada
que ver con el que tenemos ahora. Uno de los rasgos del Patriarcado cuyo
comienzo situamos en el Neolítico, cuando conseguimos excedentes alimentarios,
murallas y ejércitos para defenderlos (y metales para adornarnos, así como el
sentido de la propiedad, o sea allá por el año 5000 adne), un rasgo patriarcal,
repito, fue la proscripción de la muerte. En Delos, la isla donde nació Apolo,
no podía morir nadie. Estaba prohibido. Los muertos se enterraron extra muros,
declarando así a la muerte fuera de la ley (fuera de la ciudad). Y desde
entonces temblamos ante ella. Negándola, nos sometimos fatalmente a ella. Pero
no siempre fue así. Por el contrario nuestros ancestros veían la muerte como
origen de la vida. Ya hemos hablado del enterramiento como un remedo del ciclo
vegetal, inhumando al cadáver-semilla para que se reprodujera en otros miembros
de la propia especie, como hacen las plantas todas las primaveras. Y dado que
los egipcios se mantuvieron fieles a las viejas tradiciones, no sólo simulaban
la ceremonia de la sed del rey egipcio (muerte simulada durante
unos días) sino que concentraban su atención en los muertos, especialmente en
el faraón, quien encarnaba la representación de su pueblo, para asegurarle la
protección y la reproducción de los vivos. (Sobre la evolución de la tumba a
templo podéis ver la entrada nº 686 del
16/5/13.)
“La estabilidad de la pirámide (y de su pueblo) la garantizaba un cadáver en su
interior” (en el vientre de la Madre Tierra).
No se trata de la inmortalidad, no. Más que eso. La inmortalidad no nos impediría enevejecer, por lo que cada año que superviviéramos seríamos más desgraciados. De lo que realmente se trata es de vivir eternamente, pero sin envejecer, o sea, la "eterna juventud", que era la que le concedía la égida de cabra a Palas Atenea.
Así que si la Muerte es Inevitable, Fatídica, Necesaria (la Ananqué griega), intentemos entenderla. ¿Qué pasaría si no muriéramos ninguno? (sin dejar de reproducirnos, claro está). Pues que en cuatro días no cabríamos en el universo mundo. Ni podríamos abastecernos de suficientes recursos alimentarios. A no ser que nos alimentáramos devorándonos entre nosotros..., pero hemos partido de la base de que no muriéramos ninguno.
Si no fuera por la Muerte, tampoco podríamos evolucionar, ni como especie ni como individuos. Las mutaciones nos permiten evolucionar genéticamente pero no a lo largo de nuestra vida sino sólo a través de nuestros descendientes. Eso en el campo genético. Y tampoco podríamos evolucionar en el campo cultural. El motor del cambio social es generacional. Son los adolescentes los que cambian el lenguaje, el vestuario, los gustos, las modas..., lo que nos obliga a aceptar que son ellos los que pueden hacer algo por el cambio. (Pero ojo, que la evolución sólo tiene lugar, o éxito, por la adaptación al medio, no por razones morales..., aunque éste es otro tema.) Así que el espacio que ahora nos reclaman nuestros hijos lo tendrán que ceder después ellos a los nietos. Tras su muerte, claro está.
Es ley natural que las plantas terminen sus ciclos muriendo ellas y "enterrándose" sus semillas que darán vida a las generaciones siguientes. Nosotros también nos enterramos, a esos mismos efectos, y hasta los hipogeos y cámaras funerarias de los faraones en las pirámides egipcias se adornaban con pinturas de motivos vegetales para asociarnos con ellas y así poder remedar sus ciclos regeneracionales. Sólo el disparate religioso y nuestra engreída y fatua soberbia pudieron hacer posible la fe en la inmortalidad celestial. La asociación entre la Muerte y la Fertilidad está bien representada en el esqueleto que porta una guadaña (para cosechar).Pero, a pesar de todo esto, supongamos que fuéramos inmortales. Os imagináis el aburrimiento?
Es más; es la consciencia de nuestra inmortalidad la que nos hace vivir apasionadamente. Y valdría la pena vivir sin entusiasmo? Yo me he atrevido a escribir que si en los mitos griegos Zeus copula tanto, como un desesperado, es porque sabe que un vástago suyo acabará con él, y el Padre de los dioses intenta afanosamente engendrarlo para ser asesinado y de este modo emular a los humanos. Porque los dioses "inmortales" están muertos, pues son puros conceptos, sin vida, mientras que los humanos, muriendo, la muerte nos hace inmortales (como especie).
Y ya que este gobierno reclama la estabilidad como señuelo para intentar seguir gobernando, permitidme traer aquí lo que escribí en la entrada 707 del 7/6/13, "La muerte como base de la estabilidad":
A este gobierno se le llena la boca de eufemismos y palabras que pronto se vuelven manidas, como por ejemplo la estabilidad. La estabilidad presupuestaria, la estabilidad social, la sostenibilidad… Lo que no sé si saben es el siguiente doble sentido de lo estable:
Uno, que la raíz de estable es la misma que la de establecido, establecerse (acomodarse), establecimiento, establishment (aparato del Estado para sostener el sistema vigente).
Por otro lado está la estabilidad que tienen y proporcionan los difuntos. El sentido de la muerte en nuestros antepasados no tenía nada
que ver con el que tenemos ahora. Uno de los rasgos del Patriarcado cuyo
comienzo situamos en el Neolítico, cuando conseguimos excedentes alimentarios,
murallas y ejércitos para defenderlos (y metales para adornarnos, así como el
sentido de la propiedad, o sea allá por el año 5000 adne), un rasgo patriarcal,
repito, fue la proscripción de la muerte. En Delos, la isla donde nació Apolo,
no podía morir nadie. Estaba prohibido. Los muertos se enterraron extra muros,
declarando así a la muerte fuera de la ley (fuera de la ciudad). Y desde
entonces temblamos ante ella. Negándola, nos sometimos fatalmente a ella. Pero
no siempre fue así. Por el contrario nuestros ancestros veían la muerte como
origen de la vida. Ya hemos hablado del enterramiento como un remedo del ciclo
vegetal, inhumando al cadáver-semilla para que se reprodujera en otros miembros
de la propia especie, como hacen las plantas todas las primaveras. Y dado que
los egipcios se mantuvieron fieles a las viejas tradiciones, no sólo simulaban
la ceremonia de la sed del rey egipcio (muerte simulada durante
unos días) sino que concentraban su atención en los muertos, especialmente en
el faraón, quien encarnaba la representación de su pueblo, para asegurarle la
protección y la reproducción de los vivos. (Sobre la evolución de la tumba a
templo podéis ver la entrada nº 686 del
16/5/13.)
“La estabilidad de la pirámide (y de su pueblo) la garantizaba un cadáver en su
interior” (en el vientre de la Madre Tierra).
Así que, tranquilo, 2014, alza esa frente, que el 2015 nace de ti.
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