Lecturas de
terceros, ajenas pero cercanos
1. “Por vocación” (Elvira Lindo)
Escucho
a Esperanza Aguirre defender su paso a la empresa privada diciendo que “la
política no es una profesión, es un servicio público temporal”. En parte estoy
de acuerdo. Sería deseable que los políticos tuvieran vocación de servicio
público, aunque no creo que existan reglas que determinen si es más honesto
quedarse lo que dura una legislatura o 22 años, como así estuvo la expresidenta
madrileña. Lo que ocurre es que lo vocacional es un término pervertido en la
política española. Por un lado, la vocación no puede ser un antídoto contra el
amateurismo y en ocasiones lo es: políticos sin un discurso sólido, sin la
capacidad de expresar más de tres ideas manidas valiéndose de frases de jerga.
La política no tiene una carrera determinada, no hablo de titulados
universitarios o de brillantes opositores a la abogacía del Estado, pero me
provocan más confianza esas personas que se han enfrentado a los vaivenes de la
vida laboral que esas otras que se amoldan a la horma de los partidos desde que
son adolescentes y acaban siendo una especie de funcionarios, vocacionales o
no. De cualquier manera, sorprende de pronto esta definición generosa del
oficio en alguien que ha defendido su lugar en el poder con tanta furia. ¿La
vocación es por el poder o por el servicio a la comunidad? Porque hay
demasiadas pruebas para pensar que la vocación de servicio de Madrid provincia
o de su Ayuntamiento está permanentemente focalizada en la familia y el
cogollito de empresas amigas. Dan miedo unas vocaciones que de tan
irreprimibles que son pueden conducir hasta el espionaje interno a cuenta del
Estado para preservar el puesto. Prefiero individuos más transparentes, menos
cínicos y arbitrarios a la hora de justificar sus actos.
(La
vocación política de Sancho Panza como posible gobernador de la ínsula
Barataria se expresaba en estos términos, en relación con su sueldo: “de
dineros folga que hablemos, mi señor, bastará que me pongáis donde lo haya”.
Del resto ya se encargaría él.)
2. “Ruedan Cabezas” (Manuel Alcántara)
A las cabezas pensantes las han reemplazado por cabezas rodantes, una
vez comprobado que hacen menos ruido ya que no tienen nada dentro. La
guillotina, que como se sabe es el mejor remedio contra la caspa, también
resulta eficaz para no tener que ir al peluquero y delegar en los segundos de
abordo. Ana Botella, que iba para Ana Bolena, ha forzado la renuncia de su
vicealcalde, dos meses después de la tragedia del Madrid Arena. Ella estaba de
turismo o de campo o de vacaciones, cuando sucedió y el pueblo de Madrid no lo
olvidara, pero ahí está su sustituto, alguien tiene que pagar los vidrios rotos
y las vidas rotas. La misión de los inmediatamente inferiores es
imprescindible, por que cuando van mal las cosas hay que prescindir de ellos
para salvar el cargo. En el mismo trance se esté viendo Durán i Lleida, que no
son dos, sino el único responsable del escándalo Pallerols, según dicen.
Destituir a alguien no es más difícil que sustituirlo. Hay mucho donde
escoger porque las vocaciones políticas abundan más que en cualquier
otra época y siempre hay personas dispuestas a ocupar el puesto del
defenestrado, que en ocasiones pasa a mejor vida, ya que le indemnizan por los
servicios alquilados. En este momento hemos batido en España la plusmarca de
imputados, de condenados y de presos. Hay más de 200, pero están desigualmente
distribuidos en las languidecientes autonomías y como las cárceles se han
quedado chicas únicamente cuatro de ellos han sido albergados. Un buen ladrón
no se improvisa y sólo con la práctica adquiere la destreza necesaria para que,
si lo echan de un sitio, lo coloquen inmediatamente en otro. (Las puertas giratorias han sido ya
engrasadas con “tres en uno”.)
3. “Prostitutas y gorilas” ((Gabriela
Cañas)
Resolver
el problema de la prostitución no es sencillo. Ni siquiera hay consenso en el
feminismo acerca de si esta es una actividad que debe ser permitida o
perseguida. Tampoco hay unanimidad sobre la forma de regularla. Sin embargo no
es este el auténtico problema, sino la casi certeza de que la mayoría de las
mujeres que trabajan en los burdeles son prostitutas forzadas, víctimas de la
trata de blancas, que viven en países distintos de los suyos, sojuzgadas,
maltratadas y amedrentadas. De casos esporádicos que han salido a la luz –como
el capo Cabeza de cerdo que se entregó a la policía el año pasado- sabemos de
los métodos salvajes que utilizan algunos empresarios para convertir a estas
mujeres en auténticas esclavas sexuales.
¿Por qué es tan difícil desenmascarar a
los que se lucran de este negocio tan repugnante? Los países desarrollados
disponemos de un sistema judicial que ha demostrado una altísima eficacia
contra otros delitos. En lo que a prostitución forzada se refiere, sin embargo,
parece bastar con que las supuestas víctimas aleguen el carácter voluntario de
su actividad para abandonar los casos.
En el Paradise de La Junquera hay 50
habitaciones y la plantilla es de un
centenar de mujeres. Puede que, en contra de todas las estadísticas, todas
ellas ejerzan libremente la prostitución. Ojalá, porque vista la violencia que
se vive en La Junquera, esas mujeres necesitan protección, lo que con José
Moreno, el dueño del prostíbulo, estaría asegurado, dado que posee también una
empresa de seguridad. Este hombre, por cierto, fue condenado el año pasado a
tres años de cárcel por dirigir una red que introducía ilegalmente mujeres en
España.
Seguimos enredados en disquisiciones
morales, alegando la voluntariedad en cuanto alguien dice conocer a una que
defiende su trabajo. Pero la realidad
es, de seguro, bien distinta. La realidad es que en las carreteras españolas
hay demasiados burdeles de tétrica apariencia, muchos de los cuales tienen
rejas en las ventanas, lo que les asemeja más a una cárcel que a un motel, y
que tener una empresa de seguridad es un detalle estremecedor para los malpensados
que duden seriamente que esas mujeres actúan libremente frente a los gorilas del jefe.
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