La relatividad de la pobreza no sólo
se refiere a que depende de muchos factores y contextos sino que siempre lo es
en relación con la riqueza, que varía según espacios y tiempos. Más aún, siempre
habrá pobreza, cualquiera que sea su nivel, pues la hay por el mero hecho de
estar por debajo de un nivel de riqueza. Y así, al igual que no hay guapos sin
feos ni gordos sin delgados de los cuales se distinguen, así también los pobres
lo son por estar debajo del nivel de los ricos. Pero un pobre con una renta X
en un país rico puede pertenecer a la clase rica en un país más pobre. Esto
parece una perogrullada, pero con ella evitamos intentar la utopía de eliminar la
pobreza, así, sin más, porque eso significaría que todos los miembros de una sociedad
tuvieran una renta idéntica.
Lo que no quita para que declaremos sin ambages que la desigualdad es
una carcoma que deteriora la democracia y, con ella, la sociedad. Teniendo en
cuenta eso, que el nivel de pobreza no es absoluto sino que lo es por relación
a la clase más afortunada, por lo que varía de unos países a otros y de
distintos tiempos y épocas.
Por otra parte, Sergio del Molino asegura que Francisco de Asís pudo hacer de la pobreza un ideal porque era
rico. En un impulso propio de un niño de papá se quitó sus ropas de buen paño y
se echó desnudo a los caminos. A un pobre de solemnidad no se le ocurriría abrazar
su propia maldición. Todos los ricos pueden disfrutar de la pobreza por un
tiempo limitado, “como si fueran a un safari”. Estos pobres felices no
perturban a los ricos por su extravagancia.
El tema puede ser tratado desde muchas perspectivas. Ahí está, por
ejemplo, el magnífico ensayo de Juan José Millás, resumido en esta frase: “Los pobres
asustan”.
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