
Si los Reyes Magos, según dice el Papa Benedicto, venían de Tartesos, en ese caso llegaron a Belén en el 500 AC (esto es, 500 años antes de su nacimiento)
1. La Gestapo de Barajas
Los cónsules de la legiones
romanas ejercitaban, como técnica para desmoralizar al enemigo, la práctica de
diezmarlos, ejecutando al azar a uno de cada diez cautivos. La policía del
aeropuerto de Barajas hace lo mismo. Ayer le tocó a mi novia, que venía a pasar
la Navidad con mi familia y conmigo (y
que no sé si querrá volver a verme cuando, pasadas estas fiestas, yo vuelva a
Brasil, nos cuenta Rubén Figaredo, de Gijón). A pesar de tener el
pasaje de vuelta, una carta de invitación y una tarjeta de crédito, fue
devuelta a su lugar de origen después de pasar 24 horas encerrada en el
aeropuerto, como cualquier criminal. No estoy hablando de una política de
inmigración, sujeta a vaivenes políticos, hablo de una turista que venía a
dejarse su dinero en nuestro país, humillada y ultrajada en su dignidad por la
misma policía que apalea a su propio pueblo cuando ejerce su legítimo derecho a
protestar y que es incapaz de detener a los auténticos criminales, cebándose
como siempre en los más débiles. Gracias a Brasil tengo un trabajo digno que en
España me resultó imposible encontrar. Y gracias a los guardianes de fronteras
me dispongo a pasar una de las Navidades más tristes de mi vida. Siento
vergüenza de ser español.
2. Elvira Lindo y Woody Allen
Elvira Lindo constata y publica
que no reconoció a Woody Allen al cruzarse con él en Nueva York, en Madison
Avenue, por verle fuera de contexto, de su medio natural que es la pantalla o
su entorno neoyorquino más adecuado de artistas e intelectuales como sería el
Upper West Side. Lo que la lleva a elucubrar sobre la fuerza universal que
cargan las historias locales (“cuanto más locales son más emociones
transmiten”, y yo lo apoyo con ejemplos como la película Furtivos o la novela de Pascual
Duarte) por lo que le desea que deje de rodar en Oviedo, Paris o Barcelona
para volver a hacerlo en su Brooklyn, que es donde empezó. Elvira Lindo
entiende y acepta que Woody Allen considere una afrenta que le tilden de
intelectual. Pero ella se atreve a calificarlo de neurótico y contradictorio.
Sra. Lindo, un neurótico lo es cuando no reconoce el trauma que le causaron y
que, reprimido, pugna por salir del inconsciente. No es el caso de Woody Allen
que juega con “sus” neurosis como un malabarista que duerme a pierna suelta con
ellas. No sino que parece como si Elvira Lindo careciera del sentido del humor.
Al menos del humor de Woody Allen.
3. “Los que mandan” (por Javier Marías)
…/… ¿De verdad creen que Gallardón toma
decisiones injustas, hace reformas abusivas y demenciales por cuenta propia y
con toda libertad? ¿Acaso ignoran que los actos de Gallardón los dicta su
superior, o si acaso FAES, la fundación de Aznar, que le va señalando el camino
y el modelo de Estado? Lo mismo sucede con el hipervitaminado torete Wert: sus
reformas, sus recortes, sus sumisión a los obispos, su lunático deseo de
españolizar a los españoles (es otro que ha logrado ponerse en contra a la
sociedad en su pleno: rectores, profesores de todas las enseñanzas, alumnos,
padres de alumnos, artistas, empresarios culturales), no son meras ocurrencias
suyas, por mucho entusiasmo que haya decidido aplicarles como buen siervo que
es. Obedecen a un plan, son órdenes de los que mandan. Todos están supeditados
al Presidente, todos siguen sus consignas (que
por cierto deben transmitirse por escrito, de otro modo no se explica que todos
repitan idéntica la cantinela)…/…
Tras tanto decreto-ley y tanta
imposición de su mayoría absoluta, tanto menosprecio del Parlamento y de la
oposición, tanta amenaza poco velada a los medios críticos y tanto
incumplimiento de sus promesas y de su programa, tanto atropello a los derechos
de los españoles arduamente adquiridos, a este Gobierno sólo le queda de
democrático la manera en que fue elegido. No hay que remontarse a Hitler para
recordar que a un Gobierno no le basta con eso para ser democrático: el timbre
ha de ganárselo a diario, en sus formas y en sus fondos. Rápidamente, en sólo
un año, nuestro país se va pareciendo –algo o bastante– a la Venezuela de
Chávez, a la Italia de Berlusconi, a la Rusia de Putin y a la Argentina de
Cristina Fernández, por más que hayan salido de las urnas. Los máximos
responsables no son los subordinados, por selváticos y desagradables que sean
los actuales ministros. Ellos cumplen, sobre todo, lo que les exige el que
manda, sea éste Rajoy o –aún más grave– el “consejo pensante” de la FAES, a la
que nadie nunca ha votado.
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