(Lo que sigue a continuación
se refiere a la vida diaria y las enfermedades cuotidianas, no a los casos
puntuales o graves que necesitan realmente de cirugía o medicación. Por otra
parte no es malo avisar que el que suscribe, una vez más, no tiene ni idea de
lo que escribe:)
Os imagináis un bebé esterilizado, me
refiero a su entorno, para que no pueda contagiarse de ninguna enfermedad? Podría
sobrevivir? Cuánto tiempo viviría?
El organismo vivo es una batalla continua
y sin cuartel entre la vida y las enfermedades, que nos acechan todas. Y la que
cogemos, no la "cogemos" nosotros (me refiero a las que conviven con nosotros en nuestra
vida cuotidiana) sino que constituye una victoria (normalmente temporal) de esa
enfermedad que ha conseguido vencer nuestras defensas naturales y emerge desde
nuestra intimidad. El remedio sano, pues, no será podar la rama dañada sino
curar la raíz, mediante una vida sana, alegre, ilusionada, y con la dieta
adecuada (sin que falte algo de vino, eh?). La victoria “continua” de nuestras
defensas contra las enfermedades que nos acechan nos “vacunan” contra ellas,
algo que no podrá hacer el niño esterilizado. Las vacunas, más que curarnos de
algo, lo que hacen es reforzar nuestro sistema inmunitario contra algo que se
nos inocula para provocar la activación de las defensas naturales. Porque toxicidad…
es lo que nos rodea por todas partes (hasta la lechuga es tóxica) pero lo malo
no es ella sino la cantidad. Cualquier tóxico en la dosis adecuada nos refuerza
contra él mismo. El tema, pues, es la dosis.
Lo normal es que la enfermedad que nos
aqueja se cure en un proceso natural. Pero si ayudamos a ese proceso con
medicamentos, aunque estos no nos sean beneficiosos, al coincidir su toma con
la cura no podemos evitar asociarlos, como si realmente la salud nos viniera
por los fármacos y no de un modo natural, con lo cual se apuntan el tanto.
En esa lucha continua contra los gérmenes
mórbidos los psicólogos podrían substituir en muchos casos a los galenos que
practican la medicina general. Aunque mejor no me meto ahora en ese jardín.
Pero es más. Los remedios químicos,
fármacos, que se nos suministran desde fuera de nuestro organismo, no sólo
tienen efectos secundarios, contraproducentes, colaterales, sino que inhiben
nuestras defensas naturales al no tener que luchar, ellas, contra el enemigo
mórbido, con lo que se debilitan. Así que los fármacos no curan (más del 90%
son inocuos, según la OMS, leí en algún sitio), y si curan, peor. Me pregunto
si la proliferación del cáncer no será un efecto no deseado del debilitamiento
de nuestras defensas sobreprotegidas por los “eficaces” antibióticos.
La medicina clásica, la académica, la ortodoxa,
la de los fármacos, debería ejercerse, pues, como la abogacía, sólo en los
casos límites. En la vida cuotidiana, mejor sería olvidarla.
Pues bien, a lo que voy: Estoy harto (y no
me gusta señalar hasta dónde) de que me avisen: cuidado que eso produce cáncer,
ojo con la glucosa… y no digamos con el colesterol, los huevos son perjudiciales
(luego resulta que no, que son beneficiosos), el agua no conviene guardarla en
recipientes de plástico…, venga ya! queréis dejarme en paz!? Comeré y beberé lo
que quiera (siempre con moderación, o casi)…, porque incluso si fuera verdad
que cuidándome como me apremiáis viviría unos años más, no valdría la pena
vivirlos agobiado por los tantos cuidados que me recomendáis. Prefiero cinco años
menos pero contento, que no cinco años más, pero amargado. (Aparte de que esos pretendidos
cinco, o los que sean, años de más son precisamente los últimos, los que ya no
puedes ni andar, que si los evitas, eso que te encuentras).
- Podrías identificarme cuáles a tu
juicio son fármacos dañinos?
- Sí.
- Cuáles?
- Todos.
Venga, levanto los brazos. Podéis empezar a
disparar.
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