martes, 18 de diciembre de 2018

1668 (M 18/12/18) Doctor en Alaska (II)

Sobre esta serie de la década de los 90 que comentamos en la entrada 1649 del 28/11/18, Sergio del Molino escribía en El País del 24 del pasado mes de noviembre que le “dio un vuelco literal al corazón (que confundí con una angina de pecho) cuando leí que volvía Doctor en Alaska, cimiento de mi educación sentimental. No sería quien soy si no me hubiera pasado tantas madrugadas pegado a la tele en un salón oscuro viendo pasar los días de Cicely... Probablemente a mucha gente esta serie le parezca un asco pedante . Y están en su derecho, pero también ellos serían aceptados en Cicely, Alaska".
     Y a renglón seguido expresa su "convicción de que no hay lugar para Doctor en Alaska hoy". ¿Quiere decir que su posible recuperación, o continuación, en 2018 no sería posible porque hoy no se dan los valores de relatividad, diversidad, empatía y, sobre todo, la aceptación sincera del otro que explican el éxito de la serie hace 25 años? “Los personajes no son santos ni aspiran a ninguna perfección, pero tampoco son cínicos o antihéroes. Son inadaptados que han encontrado en el culo del mundo un lugar donde nadie les juzga. La gracia de Cicely -algo que le cuesta tanto entender al neurótico Doctor Fleischman- es que cada cual se sabe raro y muy alejado de la menor virtud, pero lo acepta sin complejos. En 2018, esa idea es casi subversiva. Que la gente viva reconciliada con sus contradicciones y dilemas morales, sin que nadie se los afee o intenten reformarlos, es impensable en tiempos de moralejas y didactismos. Si en la ficción contemporánea abundan los personajes cínicos es porque solo aceptamos la ambigüedad moral si viene presentada en esa coraza. Entonces, sí. Entonces podemos respirar tranquilos porque sabemos que ese personaje está perdido y puede permitirse el lujo de ser malo o no ser del todo bueno. Pero no estoy seguro de que los nuevos inquisidores se traguen que hay gente buena que no es virtuosa o a la que la falta de virtud les importa un comino.
Dr. Joel Fleischman,
judío  y  neoyorkino
El 28 de agosto de este mismo año Sergio del Molino confesaba en su blog 
que su personaje más afín era el medio indio, “atontado, asocial, huérfano y cinéfilo Ed; que un susurro de Maggie me haría abandonar mi patria y mi hogar; me perforaría el apéndice si así pudiese tener una charla sobre Nueva York con Joel en su consulta; le regalaría mi colección de vinilos a Chris si se comprometiera a pincharlos en Chris por la mañana; cazaría un venado sólo para que Maurice lo cocinara en su cocina de gourmet; empeñaría tres sueldos en patatas fritas y cervezas del bar de Holling; pasaría una semana sin dormir viendo pelis de Bergman con Ed, y me haría dependiente de ultramarinos sólo para charlar por las tardes de filosofía con Ruth-Anne”...,
      olvidando citar a la cándida y voluptuosa Shelly que podría alegrarnos el día con algo más que la cerveza con patatas fritas. Y un lector de su blog añade: “Yo sería capaz de aprender a hacer punto, para disfrutar, de cerca, de la ironía silenciosa de Marilyn...

            Y no he podido resistirme a la tentación de reproducirlo.

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