No hay
altos sin bajos que les sirvan de contraste, ni guapos sin feos, ni gordos sin
delgados…, ni ricos sin pobres. La desigualdad es, pues, inevitable (incluso
beneficiosa, dentro de ciertos límites), pues siempre habrá unos con más,
aunque ese más sea mínimo, y otros con menos aunque ese menos sea máximo. El
problema está en la distancia entre los máximos y mínimos. Pero para estrechar
esa brecha hay que empezar por admitirla (porque es inevitable).
Dónde
está el límite de su soportabilidad? En principio quizás serviría la media de
las desigualdades de los demás países. Aunque hay que admitir rasgos absolutos
para detectarla, así sin más, como es el caso de extrema pobreza en la que se
encuentran miles de familias españolas gracias a la política económica y social
del gobierno del PP. Situación
ésta propicia a los estallidos sociales que pueden explotar en cualquier
momento y acabar como el rosario de la aurora.
La
renta básica universal marca un paso de gigante en la buena dirección para
asegurar un mínimo que permita subsistir sin el trabajo a los más necesitados.
Con lo cual el trabajo (y más por cuenta ajena) dejaría de ser una maldición,
sobre todo para los parados y carentes de todo tipo de recursos. Otro efecto de
esta nueva situación sería el trabajo freelance,
cuya productividad sería superior al carecer de los tan denostados jefes y
haber sido elegido libremente por el autónomo emprendedor convertido en
autopatrón.
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