Los extranjeros, extraños, siempre fueron
hostiles, peligrosos, cuyo temor servía de instrumento de cohesión del grupo
que los rechazaba. Se han llegado a inventar conflictos, incluso guerras
fronterizas, con tal de apiñar a los nacionales en países de difícil
aglutinamiento por ser multirraciales, multilingües y multiconfesionales, como
por ejemplo en la India. Todavía hoy en día la xenofobia se utiliza como arma
electoral, como es el caso reciente de Badalona, en Cataluña, por el sr.
Albiol, del PP, en las últimas elecciones generales.
Theresa May, primer(a) ministra del R.U., en
el tema de control de la entrada de inmigrantes se ha decidido por el destape
integral: “En el futuro las empresas deberán hacer pública la proporción de extranjeros
que emplean. La idea es formar a jóvenes británicos antes de recurrir a mano de
obra foránea barata”. Lamentamos profundamente la situación en que ponemos a
los que rechazamos en nuestras fronteras, pero de quién es la culpa? quién les
mandó nacer donde nacieron? pues ahora que apechuguen con ello, es su problema. Theresa May ha llegado a decir: "el que se crea ciudadano del mundo es un ciudadano de ninguna parte".
Nada
define mejor al nacionalismo que la exclusión de los no nacionales. Para ello a
los extranjeros hay que definirles como
ajenos a nuestra especie, peligrosos por hostiles. De otro modo no podríamos disparar contra nuestros enemigos en la guerra.
Pero el
cierre de las fronteras conlleva inevitablemente un estrechamiento de las
mentes y consiguiente catetismo. Por el contrario la visión universal
de las cosas es propia de países que han expuesto sus tierras y sus valores al encuentro
de otras gentes y culturas. Los inmigrantes son un revulsivo que afianza los
valores propios y los enriquece al contrastarlos. Las culturas y grupos que
integran gentes y valores ajenos progresan más rápidamente al tiempo que el
crecimiento de su autoestima refuerza la cohesión de su grupo. Los escasos
casos de países que se han impuesto un aislamiento, como fueron Japón y China,
merecen trato aparte.
Cateto en fase terminal |
Foráneos,
inmigrantes, extranjeros, extraños…, españoles… Nunca fue Barcelona, y con ella
toda Cataluña, más universal, y por tanto menos cateta, que cuando abrió sus fronteras y sus editoriales acogiendo
a inmigrantes murcianos o escritores extranjeros que aceptaron de buen grado la
invitación a fijar en ella su residencia. Qué sería ahora de Cataluña si no se
hubiera enriquecido con la sangre y el sudor de sus charnegos? Que ya son
catalanes?, pues claro, como lo serán los nuevos que inmigren en el futuro, si
les dejan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario